25/01/2018, 00:58
La mirada de Akame le llevó a esperar un ataque por parte del referido, pero finalmente la situación se desarmó sin explotar. El de la nariz torcida le permitió la tribuna sin mayor queja y se retiró al estrado que Ralexion ocupaba minutos antes. El kusajin dejó escapar un suspiro de alivio tras ladear varias veces el rostro con su visión fija en el infinito.
Ignoró los ruegos de Nue. A pesar de lo precario de su posición y lo mucho que le pesaba al Uchiha, no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin más; por no mencionar el puro —o algo peor— que le caería encima por parte de Akame. No, era el momento de echar mano del plan B, de comprobar si "sus aptitudes únicas", como el uzujin las había designado, le servirían de algo ahora.
Ojalá sí, por el bien de todos, el buscavidas incluído. Si la tortura de Akame se alargaba estaba claro que el "mercenario más malote de Tane-Shigai" no caminaría de nuevo. Ralexion no quería cargar con algo así en su conciencia. Era demasiado joven y demasiado bueno.
«Vamos allá...», se dijo. Tomó aire de una forma casi imperceptible.
—Escucha, mi buen amigo Kurosaki... —llegó el momento de comprobar si la pluma era, efectivamente, más fuerte que la espada— Imagino que te estarás muriendo del dolor, pero necesito que pongas toda nuestra concentración en esta conversación, o me temo que me será imposible que te mueras del dolor de verdad...
Así pues, tanteó el terreno. Se agachó frente al mozo, su rodilla izquierda tocando el frío suelo de madera, y le dio un par de palmaditas en la mejilla derecha.
»Supongo que ya te has dado cuenta, pero estás en una situación bastante jodida, amigo. Ya te advertí sobre mi compañero antes, ¿vas siendo consciente de que no mentía? No va a parar hasta saber lo que quiere saber, lo cual puede terminar muy mal para ti, colega. Estoy seguro de que eso es algo que ni tú ni yo queremos.
Entonces se levantó, deshaciéndose de su capa en el proceso, que besó el suelo. Con la siniestra estiró su camiseta lo suficiente como para que el amasijo de vendas que se escondía bajo la susodicha fuese plenamente visible. Acto seguido retornó a su posición anterior, de manera que Nue podría observarlas incluso boca abajo.
—¿Ves esto? Esto me lo hiciste tú el otro día —afirmó con pasividad.
Quizás era cierto, quizás era falso. Al muchacho no le importaba. En caso positivo quizás hiciese sentir mal a su interlocutor. En caso negativo quizás le llevase, al querer defenderse verbalmente, a revelar algún tipo de información útil gracias a un posible arrebato. Soltó la prenda.
Continuó segundos después, impidiéndole responder por el momento.
»No te lo enseño para ver quién tiene las heridas más grandes, estoy casi seguro de que en este caso me ganas. No obstante, ¿no crees que ya han habido suficientes heridos por cosa de una gema estúpida? A mí me encantaría bajarte de ahí y llevarte hasta el hospital para que te apañen esos golpes antes de que ocurra una desgracia, pero si no nos dices algo que nos sea útil, eso va a resultarme imposible. Ya ves, amigo, sabemos que no eres el cabecilla detrás de todo esto y nos hacemos una buena idea de cómo funcionan estos trabajos, pero seguro que recuerdas algo. ¿Cómo te comunicabas con tus jefes? ¿En qué lugar os reunistéis? ¿Recuerdas escucharle algo interesante al tipo de las cicatrices? Detalles, Kurosaki-san, cualquier cosa con la que podamos tirar de la manta, y tú sales de aquí, unos pocos días de hospital y luego a olvidar este horrible asunto, ¿te hace?
El Uchiha pausó, concediéndole una pausa al cautivo con la que sopesar la oferta.
—Vamos, ¿qué me dices?
Ignoró los ruegos de Nue. A pesar de lo precario de su posición y lo mucho que le pesaba al Uchiha, no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin más; por no mencionar el puro —o algo peor— que le caería encima por parte de Akame. No, era el momento de echar mano del plan B, de comprobar si "sus aptitudes únicas", como el uzujin las había designado, le servirían de algo ahora.
Ojalá sí, por el bien de todos, el buscavidas incluído. Si la tortura de Akame se alargaba estaba claro que el "mercenario más malote de Tane-Shigai" no caminaría de nuevo. Ralexion no quería cargar con algo así en su conciencia. Era demasiado joven y demasiado bueno.
«Vamos allá...», se dijo. Tomó aire de una forma casi imperceptible.
—Escucha, mi buen amigo Kurosaki... —llegó el momento de comprobar si la pluma era, efectivamente, más fuerte que la espada— Imagino que te estarás muriendo del dolor, pero necesito que pongas toda nuestra concentración en esta conversación, o me temo que me será imposible que te mueras del dolor de verdad...
Así pues, tanteó el terreno. Se agachó frente al mozo, su rodilla izquierda tocando el frío suelo de madera, y le dio un par de palmaditas en la mejilla derecha.
»Supongo que ya te has dado cuenta, pero estás en una situación bastante jodida, amigo. Ya te advertí sobre mi compañero antes, ¿vas siendo consciente de que no mentía? No va a parar hasta saber lo que quiere saber, lo cual puede terminar muy mal para ti, colega. Estoy seguro de que eso es algo que ni tú ni yo queremos.
Entonces se levantó, deshaciéndose de su capa en el proceso, que besó el suelo. Con la siniestra estiró su camiseta lo suficiente como para que el amasijo de vendas que se escondía bajo la susodicha fuese plenamente visible. Acto seguido retornó a su posición anterior, de manera que Nue podría observarlas incluso boca abajo.
—¿Ves esto? Esto me lo hiciste tú el otro día —afirmó con pasividad.
Quizás era cierto, quizás era falso. Al muchacho no le importaba. En caso positivo quizás hiciese sentir mal a su interlocutor. En caso negativo quizás le llevase, al querer defenderse verbalmente, a revelar algún tipo de información útil gracias a un posible arrebato. Soltó la prenda.
Continuó segundos después, impidiéndole responder por el momento.
»No te lo enseño para ver quién tiene las heridas más grandes, estoy casi seguro de que en este caso me ganas. No obstante, ¿no crees que ya han habido suficientes heridos por cosa de una gema estúpida? A mí me encantaría bajarte de ahí y llevarte hasta el hospital para que te apañen esos golpes antes de que ocurra una desgracia, pero si no nos dices algo que nos sea útil, eso va a resultarme imposible. Ya ves, amigo, sabemos que no eres el cabecilla detrás de todo esto y nos hacemos una buena idea de cómo funcionan estos trabajos, pero seguro que recuerdas algo. ¿Cómo te comunicabas con tus jefes? ¿En qué lugar os reunistéis? ¿Recuerdas escucharle algo interesante al tipo de las cicatrices? Detalles, Kurosaki-san, cualquier cosa con la que podamos tirar de la manta, y tú sales de aquí, unos pocos días de hospital y luego a olvidar este horrible asunto, ¿te hace?
El Uchiha pausó, concediéndole una pausa al cautivo con la que sopesar la oferta.
—Vamos, ¿qué me dices?