26/01/2018, 05:02
El Senju nunca se percató de lo que acababan de decirle, pues pocas veces lograban que abriese los ojos con facilidad.
Dentro del mundo de los sueños, el joven Isa tenía un extraño sueño. En él, había cientos de espejos. En unos se veía alto, atlético, mientras en otros se veía con el mismo tamaño de siempre, pero gordo. Incluso no faltaba la visión de él mismo con aspecto de niña (uno más acentuado de lo normal). Y sin embrago, todo le valía verga... O eso creía, hasta que divisó uno dónde no había nada, sólo un cristal negro que parecía la puerta a otro lado. Sin dudar, el tuerto se acercó al mismo y empezó a meter sus manos en él, sintiendo algo... ¿Peludo?
Pronto algo desagradable inundó su boca, algo parecido a granos sin sabor. Sacudió la cabeza buscando despertarse y cuando abrió los ojos creyó ver su reflejo en forma de perro.
—¡AHHHHHH!— Se sacudió y trató de hacerse para atrás, pero la roca no daba más espacio para moverse. —¡Me lleva la que me trajo!— Miró a todos lados, a la vez que se tocaba los brazos para asegurarse de tener manos y no patas. —¿Huh?— Fue en ese momento que se percató que ya no estaba sólo, sino que había otro muchacho ahí robándole la osmbra. Uno con la bandana de Uzushiogakure específicamente.
Aquello no podía alegrarle más, pues sólo significaba una cosa. —Genial, no soy un perro...— Aún estaba medio adormecido. —¡Puahg!— se puso a escupir al piso, puesto que parecía que la arena que arrastraba el aire se le había metido a la boca. Una vez recuperado, se sacudió la cabeza para hablarle al otro muchacho. —¿Quién eres tú y qué haces en medio de la nada?— preguntó, para variar.
Dentro del mundo de los sueños, el joven Isa tenía un extraño sueño. En él, había cientos de espejos. En unos se veía alto, atlético, mientras en otros se veía con el mismo tamaño de siempre, pero gordo. Incluso no faltaba la visión de él mismo con aspecto de niña (uno más acentuado de lo normal). Y sin embrago, todo le valía verga... O eso creía, hasta que divisó uno dónde no había nada, sólo un cristal negro que parecía la puerta a otro lado. Sin dudar, el tuerto se acercó al mismo y empezó a meter sus manos en él, sintiendo algo... ¿Peludo?
Pronto algo desagradable inundó su boca, algo parecido a granos sin sabor. Sacudió la cabeza buscando despertarse y cuando abrió los ojos creyó ver su reflejo en forma de perro.
—¡AHHHHHH!— Se sacudió y trató de hacerse para atrás, pero la roca no daba más espacio para moverse. —¡Me lleva la que me trajo!— Miró a todos lados, a la vez que se tocaba los brazos para asegurarse de tener manos y no patas. —¿Huh?— Fue en ese momento que se percató que ya no estaba sólo, sino que había otro muchacho ahí robándole la osmbra. Uno con la bandana de Uzushiogakure específicamente.
Aquello no podía alegrarle más, pues sólo significaba una cosa. —Genial, no soy un perro...— Aún estaba medio adormecido. —¡Puahg!— se puso a escupir al piso, puesto que parecía que la arena que arrastraba el aire se le había metido a la boca. Una vez recuperado, se sacudió la cabeza para hablarle al otro muchacho. —¿Quién eres tú y qué haces en medio de la nada?— preguntó, para variar.