27/01/2018, 16:59
«Todavía está muy verde... Meh, quizás sí fue un error traerlo conmigo», fue cuanto pudo pensar el Uchiha mientras escuchaba las quejas de su acompañante, expresadas a viva voz. Definitivamente, Ralexion y él no estaban en la misma página. Ni siquiera parecían leer el mismo libro.
Sea como fuere, Akame dejó a su pariente hacer. Ya había conseguido establecer algún tipo de lazo con el joven retenido, de modo que no merecía la pena quemar ese puente sin primero intentar cruzarlo. Así, el de Uzu se quedó donde estaba, relegado a un segundo plano y al amparo de la tenue penumbra que las lámparas del techo no lograban disipar.
Cuando Ralexion empezó a hablar, los ojos del maltratado buscavidas se clavaron en los suyos con una extraña fijeza. Había dejado de llorar y emitir débiles gemidos de dolor; ahora simplemente le miraba con una extraña fijeza.
—S... Sois... Ninjas... —balbuceó.
Akame arqueó una ceja. No, no le importaba en absoluto que aquel chico supiera a qué se dedicaban o quiénes eran —Ralexion incluso le había llamado por su nombre, "Akame-san"—. Y ahora el mercenario había parecido entender por qué. Por eso ya no lloraba ni pedía piedad, y su agitada respiración se había relajado por momentos. Era la sombra de una cruel certeza la que le infundía aquella calma, la tranquilidad de un cementerio.
—¿Con... C... Continuar con... Mi vida? —balbuceó, escupiendo sangre, sin dejar de mirar a los ojos al kusajin. Luego soltó una débil carcajada que terminó ahogada por un gorjeo—. T... Taki-s... san... No entiendes nada...
Los ojos de Nue buscaron un momento a los de Akame, y ambos se encontraron. No había ya ira ni frustración en los del uzujin; sólo calma. El Uchiha asintió levemente, y Nue bajó la mirada para posarla en algún punto del suelo, junto a sus piernas atadas con hilo ninja.
—No sé como se llama... El que me... Me contrató —dijo, mas sin un atisbo de miedo—. Le llaman... Malasuerte —el mercenario intentó reír otra vez, de forma amarga y resignada, pero terminó atragantándose con su propia sangre de nuevo—. Jod... Jodidamente apropiado.
»El sitio donde... Me vi con... Malasuerte. Se llama... La Zancadilla.
Entonces calló, echando la cabeza hacia atrás. Parecía evidente que le había costado un mundo pronunciar tantas palabras juntas y de forma continuada. Detrás de Ralexion, el genin del Remolino asintió con manifiesta conformidad.
Akame pasó junto al kusajin, poniéndole un kunai en la mano.
—¿Alguna vez has matado a un hombre?
Sea como fuere, Akame dejó a su pariente hacer. Ya había conseguido establecer algún tipo de lazo con el joven retenido, de modo que no merecía la pena quemar ese puente sin primero intentar cruzarlo. Así, el de Uzu se quedó donde estaba, relegado a un segundo plano y al amparo de la tenue penumbra que las lámparas del techo no lograban disipar.
Cuando Ralexion empezó a hablar, los ojos del maltratado buscavidas se clavaron en los suyos con una extraña fijeza. Había dejado de llorar y emitir débiles gemidos de dolor; ahora simplemente le miraba con una extraña fijeza.
—S... Sois... Ninjas... —balbuceó.
Akame arqueó una ceja. No, no le importaba en absoluto que aquel chico supiera a qué se dedicaban o quiénes eran —Ralexion incluso le había llamado por su nombre, "Akame-san"—. Y ahora el mercenario había parecido entender por qué. Por eso ya no lloraba ni pedía piedad, y su agitada respiración se había relajado por momentos. Era la sombra de una cruel certeza la que le infundía aquella calma, la tranquilidad de un cementerio.
—¿Con... C... Continuar con... Mi vida? —balbuceó, escupiendo sangre, sin dejar de mirar a los ojos al kusajin. Luego soltó una débil carcajada que terminó ahogada por un gorjeo—. T... Taki-s... san... No entiendes nada...
Los ojos de Nue buscaron un momento a los de Akame, y ambos se encontraron. No había ya ira ni frustración en los del uzujin; sólo calma. El Uchiha asintió levemente, y Nue bajó la mirada para posarla en algún punto del suelo, junto a sus piernas atadas con hilo ninja.
—No sé como se llama... El que me... Me contrató —dijo, mas sin un atisbo de miedo—. Le llaman... Malasuerte —el mercenario intentó reír otra vez, de forma amarga y resignada, pero terminó atragantándose con su propia sangre de nuevo—. Jod... Jodidamente apropiado.
»El sitio donde... Me vi con... Malasuerte. Se llama... La Zancadilla.
Entonces calló, echando la cabeza hacia atrás. Parecía evidente que le había costado un mundo pronunciar tantas palabras juntas y de forma continuada. Detrás de Ralexion, el genin del Remolino asintió con manifiesta conformidad.
Akame pasó junto al kusajin, poniéndole un kunai en la mano.
—¿Alguna vez has matado a un hombre?