28/01/2018, 13:26
(Última modificación: 28/01/2018, 14:21 por Uchiha Akame.)
Con lo que había visto hasta ahora, la reacción de Ralexion no sorprendió a su pariente de Uzushio. Akame ya esperaba que el joven ninja iba a actuar de forma parecida, puesto que había demostrado ser todavía demasiado novato para entender que aquello no era algo que él quisiera hacer. «Lo que yo quiera o no es irrelevante, Ralexion-san» quiso decirle. Kurosaki Nue estaba destinado a morir allí desde el mismo momento en el que puso un pie en la jungla de los templos abandonados al noreste de Mori no Kuni. ¿O tal vez desde antes, cuando cogió la bolsa repleta que el renegado de las cicatrices le había dado como pago en La Zancadilla?
«No se puede luchar contra el destino...»
Akame comenzó a andar a paso tranquilo, trazando una circunferencia que se separaba de la vera de Ralexion e iba rodeando la silla donde el joven mercenario, cabeza gacha, murmuraba para sí mismo unas palabras ininteligibles.
—Ralexion-san, no hay otra opción. Este muchacho sabe nuestros nombres, sabe que somos shinobi. No podemos arriesgarnos a que nos delate, o a que avise al renegado de las cicatrices —sentenció el Uchiha.
Se colocó justo detrás de Nue, con los brazos cruzados, y cerró los ojos mientras agachaba la cabeza.
—Se dice que cuando matas a alguien, su alma deberá seguirte en el Yomi por toda la eternidad cuando tú mueras —anunció con voz serena—. Adelante, Ralexion-san. Inaugura tu séquito.
«No se puede luchar contra el destino...»
Akame comenzó a andar a paso tranquilo, trazando una circunferencia que se separaba de la vera de Ralexion e iba rodeando la silla donde el joven mercenario, cabeza gacha, murmuraba para sí mismo unas palabras ininteligibles.
—Ralexion-san, no hay otra opción. Este muchacho sabe nuestros nombres, sabe que somos shinobi. No podemos arriesgarnos a que nos delate, o a que avise al renegado de las cicatrices —sentenció el Uchiha.
Se colocó justo detrás de Nue, con los brazos cruzados, y cerró los ojos mientras agachaba la cabeza.
—Se dice que cuando matas a alguien, su alma deberá seguirte en el Yomi por toda la eternidad cuando tú mueras —anunció con voz serena—. Adelante, Ralexion-san. Inaugura tu séquito.