28/01/2018, 15:48
Minutos más tarde las entrañas de Ralexion ya iban apaciguándose. Entre sus sollozos y desesperados sonidos de indigestión el muchacho había quedado apartado de la realidad, ignorante de las acciones de Akame. Apestaba, tanto él mismo como los restos de sustancias en el suelo. Un sabor tan inconfundible como desagradable, el del vómito, quedó en sus papilas gustativas y se negó a marcharse. Tenía la boca más seca que el serrín que el otro Uchiha utilizaría en breves para ir aclarando la escena.
Se incorporó, quedando de rodillas y el torso recto. Tanto su expresión como su mirada estaban perdidas en el abismo del infinito. Instantes más tarde le echó un vistazo a la estancia; encontró al uzujin pero no al difunto Kurosaki Nue. El de la nariz torcida no había estado perdiendo el tiempo.
Se alzó entre tambaleos, revelando el pésimo estado en el que se encontraban sus ropajes, cubiertos de manchas amarillentas y rojizas. Con un paso similar al de un beodo se desplazó hasta la segunda silla que había quedado relegada fuera de la acción, apenas iluminada por la lámpara de aceite. Se dejó caer —con toda la literalidad de la expresión— sobre la referida, lo que generó un sonido estridente proveniente de la madera del mueble, que crujía.
Quedó inmóvil con la vista en el suelo. Su semblante se asemejaba al del captivo minutos antes de su muerte, lo que resultaba irónico.
—¿Y tú... has matado alguna vez a alguien...? —le preguntó a Akame con voz ronca, que andaba haciendo uso del serrín para limpiar el desastre ocasionado.
Se incorporó, quedando de rodillas y el torso recto. Tanto su expresión como su mirada estaban perdidas en el abismo del infinito. Instantes más tarde le echó un vistazo a la estancia; encontró al uzujin pero no al difunto Kurosaki Nue. El de la nariz torcida no había estado perdiendo el tiempo.
Se alzó entre tambaleos, revelando el pésimo estado en el que se encontraban sus ropajes, cubiertos de manchas amarillentas y rojizas. Con un paso similar al de un beodo se desplazó hasta la segunda silla que había quedado relegada fuera de la acción, apenas iluminada por la lámpara de aceite. Se dejó caer —con toda la literalidad de la expresión— sobre la referida, lo que generó un sonido estridente proveniente de la madera del mueble, que crujía.
Quedó inmóvil con la vista en el suelo. Su semblante se asemejaba al del captivo minutos antes de su muerte, lo que resultaba irónico.
—¿Y tú... has matado alguna vez a alguien...? —le preguntó a Akame con voz ronca, que andaba haciendo uso del serrín para limpiar el desastre ocasionado.