28/01/2018, 17:30
Akame no dijo palabra alguna ante el repentino cambio de opinión de su pariente. ¿Acaso le había tocado la fibra del orgullo? ¿Se sentía utilizado y deshechado como un pañuelo? Al de Uzu no le importaba. Fuera como fuese, aquello era parte de lo que un ninja tenía que hacer. Ocuparse de sus asuntos hasta el final.
—Está bien, Ralexion-san —respondió, con un suspiro—. Tú lo agarras de las piernas y yo de los brazos, lo levantamos a la vez y nos lo echamos al hombro.
Los genin se acuclillarían para poner en práctica la maniobra. Sorprendentemente el cuerpo se sentía mucho menos pesado que cuando habían tenido que llevarlo a rastras desde el callejón junto a la taberna hasta aquel almacén; sin duda era porque los hilos apretaban las telas, haciéndolo mucho más compacto.
Akame giró el picaporte con una mano y abrió la puerta. El viento nocturno les enfrió el cuerpo y obligó al Uchiha a entrecerrar los ojos para que no empezaran a llorarle. Se asomó con la cabeza primero a un lado y otro de la calle. No había nadie, y la única y tenue luz en toda la plataforma provenía de un par de farolas ubicadas a los lados de un puente colgante que ascendía hacia zonas menos turbias de Tane-Shigai. El Uchiha apagó la luz del almacén e indicó a su compañero que salieran.
—No hay kusare... Enemigos en la costa —se corrigió.
Salieron del almacén y Akame cerró la puerta dándole cuatro vueltas a la llave para asegurar cada uno de los cerrojos. Luego echó a andar, seguido por Ralexion, en dirección a las callejuelas que se mantenían en penumbra en aquella plataforma.
Conforme caminaban se iba haciendo evidente que aquella zona de la ciudad estaba mayormente desierta. Todos los edificios parecían corresponder a almacenes, locales abandonados y demás lugares poco transitados por las fuerzas del orden. Akame siguió andando durante cinco minutos hasta que torció a la derecha en una esquina. Anduvieron un poco más y finalmente se detuvieron ante un pequeño edificio en ruinas.
—Para.
El Uchiha indicó a su compañero que dejasen el bulto en el suelo un momento. Luego atravesó el portal del edificio abandonado —que no tenía puerta— y echó un vistazo por los alrededores. Ventanas con cristales rotos, basura que se amontonaba aquí y allá y algún animalillo nocturno que se movía, alertado por el ruido de los recién llegados. Ninguna persona.
Volvieron a coger el cadáver y entraron en el edificio. Akame buscó alguna zona más interior y acabaron llegando a una habitación con varias ventanas desvencijadas. «Aquí valdrá». El de Uzu indicó a su compañero que dejaran el cuerpo en el suelo. Luego se apartó unos cuantos pasos, formó una serie de sellos y expelió un reguero de llamas desde su boca. El fuego lamería las mantas y el cadáver, prendiéndolo todo durante unos instantes.
Un par de minutos después, del cadáver de Kurosaki Nue sólo quedarían algunas cenizas.
—Está hecho... Ahora larguémonos de aquí.
—Está bien, Ralexion-san —respondió, con un suspiro—. Tú lo agarras de las piernas y yo de los brazos, lo levantamos a la vez y nos lo echamos al hombro.
Los genin se acuclillarían para poner en práctica la maniobra. Sorprendentemente el cuerpo se sentía mucho menos pesado que cuando habían tenido que llevarlo a rastras desde el callejón junto a la taberna hasta aquel almacén; sin duda era porque los hilos apretaban las telas, haciéndolo mucho más compacto.
Akame giró el picaporte con una mano y abrió la puerta. El viento nocturno les enfrió el cuerpo y obligó al Uchiha a entrecerrar los ojos para que no empezaran a llorarle. Se asomó con la cabeza primero a un lado y otro de la calle. No había nadie, y la única y tenue luz en toda la plataforma provenía de un par de farolas ubicadas a los lados de un puente colgante que ascendía hacia zonas menos turbias de Tane-Shigai. El Uchiha apagó la luz del almacén e indicó a su compañero que salieran.
—No hay kusare... Enemigos en la costa —se corrigió.
Salieron del almacén y Akame cerró la puerta dándole cuatro vueltas a la llave para asegurar cada uno de los cerrojos. Luego echó a andar, seguido por Ralexion, en dirección a las callejuelas que se mantenían en penumbra en aquella plataforma.
Conforme caminaban se iba haciendo evidente que aquella zona de la ciudad estaba mayormente desierta. Todos los edificios parecían corresponder a almacenes, locales abandonados y demás lugares poco transitados por las fuerzas del orden. Akame siguió andando durante cinco minutos hasta que torció a la derecha en una esquina. Anduvieron un poco más y finalmente se detuvieron ante un pequeño edificio en ruinas.
—Para.
El Uchiha indicó a su compañero que dejasen el bulto en el suelo un momento. Luego atravesó el portal del edificio abandonado —que no tenía puerta— y echó un vistazo por los alrededores. Ventanas con cristales rotos, basura que se amontonaba aquí y allá y algún animalillo nocturno que se movía, alertado por el ruido de los recién llegados. Ninguna persona.
Volvieron a coger el cadáver y entraron en el edificio. Akame buscó alguna zona más interior y acabaron llegando a una habitación con varias ventanas desvencijadas. «Aquí valdrá». El de Uzu indicó a su compañero que dejaran el cuerpo en el suelo. Luego se apartó unos cuantos pasos, formó una serie de sellos y expelió un reguero de llamas desde su boca. El fuego lamería las mantas y el cadáver, prendiéndolo todo durante unos instantes.
Un par de minutos después, del cadáver de Kurosaki Nue sólo quedarían algunas cenizas.
—Está hecho... Ahora larguémonos de aquí.