28/01/2018, 18:04
Ralexion formuló su razonable petición nada más salieron del edificio en ruinas que había servido de lugar de descanso eterno para Kurosaki Nue, el joven mercenario que había aceptado un trabajo que no debía. Akame asintió con la mirada perdida en las alturas, en las plataformas superiores de Tane-Shigai.
—Sí, tengo alguna muda de sobra. Vamos.
Los genin empezaron a caminar por las solitarias y oscuras calles nocturnas de la capital. Conforme iban ascendiendo el camino estaba mejor iluminado y más transeútes aparecían; aunque, a aquellas horas de la noche —ya debían ser más de las doce— tampoco es que hubiera mucho tráfico por aquella zona.
Cuando ya la afluencia de gente y farolas en las calles fue mayor, Akame se detuvo y pidió a su compañero que se cubriese. Al fin y al cabo, estaba manchado de sangre y vómito.
—Será mejor que te hagas un Henge no Jutsu antes de seguir.
En ese momento estaban en una pequeña plataforma salpicada de farolas que ardían tenuemente con una luz amarillenta. Había varios edificios esféricos y no se veía a nadie por la calle en ese momento, pero ya habían dejado atrás los barrios más bajos y a partir de ese punto la gente con la que pudieran cruzarse —guardias del Daimyo incluídos— no tendían a hacer la vista gorda y preocuparse tan sólo de sus asuntos.
—Sí, tengo alguna muda de sobra. Vamos.
Los genin empezaron a caminar por las solitarias y oscuras calles nocturnas de la capital. Conforme iban ascendiendo el camino estaba mejor iluminado y más transeútes aparecían; aunque, a aquellas horas de la noche —ya debían ser más de las doce— tampoco es que hubiera mucho tráfico por aquella zona.
Cuando ya la afluencia de gente y farolas en las calles fue mayor, Akame se detuvo y pidió a su compañero que se cubriese. Al fin y al cabo, estaba manchado de sangre y vómito.
—Será mejor que te hagas un Henge no Jutsu antes de seguir.
En ese momento estaban en una pequeña plataforma salpicada de farolas que ardían tenuemente con una luz amarillenta. Había varios edificios esféricos y no se veía a nadie por la calle en ese momento, pero ya habían dejado atrás los barrios más bajos y a partir de ese punto la gente con la que pudieran cruzarse —guardias del Daimyo incluídos— no tendían a hacer la vista gorda y preocuparse tan sólo de sus asuntos.