28/01/2018, 18:41
Akame asintió, complacido, con las nuevas —falsas— vestimentas de su compañero. Aunque siguiera apestando, el simple hecho de ir apropiadamente vestido debería bastar para alejar cualquier tipo de ojos curiosos de la pareja Uchiha. Así pues, el de Uzu reanudó la marcha hacia el hotel donde se alojaba.
Caminaron durante unos veinte minutos más hasta que ascendieron a una plataforma muy amplia, excelentemente iluminada y con un ambiente festivo y animado pese a las altas horas de la noche que eran. Al otro lado de la plaza donde se podía ver a varios grupos de jóvenes charlando, cantando, bebiendo y tocando instrumentos musicales estaba el hostal donde Akame se había alojado. El genin le hizo señas a Ralexion y ambos cruzaron la plaza, mezclándose entre los grupos de adolescentes.
Cuando llegaron al hotel, Akame cruzó el umbral y sin saludar a la mujer de buen ver y bien vestida que les dedicó un distraído "buenas noches" cuando pasaron frente a ella. La chica arrugó la nariz y miró a izquierda y derecha por encima del mostrador de recepción. Al no encontrar nada que pudiera explicar aquella peste que acababa de golpearla directamente en las narices, se encogió de hombros y siguió leyendo el libro que tenía entre manos.
Unos momentos más tarde, Akame sacó una llave y abrió la puerta de su habitación. Indicó a Ralexion que pasara y la cerró tras él después de echar un vistazo al ovalado pasillo. Una vez dentro el Uchiha se quitó la capa, se desató sus portaobjetos y los dejó sobre una mesa escritorio.
La habitación era bastante modesta, de apenas veinte metros cuadrados. Consistía en una cama —impecablemente hecha—, la mesa anteriormente mencionada, un par de sillas, un armario ropero y una ventana que daba a la concurrida plaza frente al hotel. A un lado, una puerta llevaba al cuarto de baño.
—Hay una toalla de sobra y un par de botes de jabón —indicó el Uchiha.
Ralexion podría ver, además, un mapa de Oonindo desplegado sobre el escritorio, así como un par de libros de fantasía. En el suelo, apoyada en la mesa, la pesada mochila militar de Akame.
Caminaron durante unos veinte minutos más hasta que ascendieron a una plataforma muy amplia, excelentemente iluminada y con un ambiente festivo y animado pese a las altas horas de la noche que eran. Al otro lado de la plaza donde se podía ver a varios grupos de jóvenes charlando, cantando, bebiendo y tocando instrumentos musicales estaba el hostal donde Akame se había alojado. El genin le hizo señas a Ralexion y ambos cruzaron la plaza, mezclándose entre los grupos de adolescentes.
Cuando llegaron al hotel, Akame cruzó el umbral y sin saludar a la mujer de buen ver y bien vestida que les dedicó un distraído "buenas noches" cuando pasaron frente a ella. La chica arrugó la nariz y miró a izquierda y derecha por encima del mostrador de recepción. Al no encontrar nada que pudiera explicar aquella peste que acababa de golpearla directamente en las narices, se encogió de hombros y siguió leyendo el libro que tenía entre manos.
Unos momentos más tarde, Akame sacó una llave y abrió la puerta de su habitación. Indicó a Ralexion que pasara y la cerró tras él después de echar un vistazo al ovalado pasillo. Una vez dentro el Uchiha se quitó la capa, se desató sus portaobjetos y los dejó sobre una mesa escritorio.
La habitación era bastante modesta, de apenas veinte metros cuadrados. Consistía en una cama —impecablemente hecha—, la mesa anteriormente mencionada, un par de sillas, un armario ropero y una ventana que daba a la concurrida plaza frente al hotel. A un lado, una puerta llevaba al cuarto de baño.
—Hay una toalla de sobra y un par de botes de jabón —indicó el Uchiha.
Ralexion podría ver, además, un mapa de Oonindo desplegado sobre el escritorio, así como un par de libros de fantasía. En el suelo, apoyada en la mesa, la pesada mochila militar de Akame.