30/01/2018, 12:06
—¿Mía? Yo no diría tal cosa —respondió, y Ayame ladeó la cabeza con cierta curiosidad. Los copos de nieve comenzaban a agolparse sobre su túnica, su cabeza y la punta de su nariz, ya de por sí roja por el frío—. Kumopansa es el fruto de la búsqueda de poder. Desde que peleamos en el torneo de los Dojos vi que era muy débil y que debía poner remedio.
«¿Débil? ¡Debes estar de broma!» Pensó ella en su fuero interno, y lo habría expresado en voz alta si no fuera por el reparo de no querer interrumpirle. Yota no se lo había puesto precisamente fácil en aquel combate, y sus técnicas de Raiton habían sido todo un obstáculo a sortear. No quería ni imaginar qué habría sido de ella si hubiese conseguido alcanzarla con ellas. ¿Cómo se podía llamar débil?
—Así que después de aquella misión de los hilos de chakra natural partí lejos de Kusagakure a un lugar especial para mi familia para fortalecerme. Creo que tu estuviste en esa misión, ¿No es así?
Ella asintió en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía los labios congelados.
Fue entonces cuando el de Kusagakure se llevó una mano al bolsillo. De él sacó una pequeña petaca y Ayame arrugó la nariz, asqueada. ¿Alcohol a su edad? O peor aún, ¿fumaba? Afortunadamente, no era ni una ni otra. Cuando Yota lo abrió dejó a la vista una serie de caramelos con palo y le ofreció uno.
—No, gracias, si cojo uno de esos se me va a quedar pegado a la lengua con este frío... —respondió ella, con una sonrisa apurada.
Aunque lo cierto era que, gran parte de aquella negativa, escondía apuro y cierto... miedo.
—Digamos que Kumopansa para mí sería similar a lo que podría ser para ti Amedama Daruu; es decir, una compañera.
Ella volvió a torcer la cabeza, con una ligera sonrisa.
«No creo que Kumopansa llegue a ser para ti lo que es Daruu para mí. Si no, me preocuparía bastante.» Pensó, divertida, pero aquello no lo expresó en voz alta.
—Ella también sabe pelear. ¡Sería capaz de darles una paliza a esos borrachos! Es una buena ninja, una fiel compañera de aventuras, supongo que ya te has percatado de que no es una araña normal y corriente.
—Es una invocación, ¿entonces? —replicó, contenta como si hubiese resuelto un acertijo—. Conozco a gente que sabe invocar animales y los utiliza como compañeros, aunque no sabía que también se podía hacer con arañas. Es un placer, Kumopansa-san.
Un nuevo viento gélido les sacudió, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma. Dentro, en la taberna, el alboroto había vuelto a su cauce normal, y Ayame añoró durante un breve instante el calor de su hoguera y su chocolate caliente.
—Creo... creo que deberíamos buscar algún refugio o terminaremos convertidos en muñecos de nieve aquí fuera —se atrevió a bromear, pero tenía las piernas tan rígidas que le costó ponerse siquiera en marcha y empezar a caminar—. ¿Cómo está Taeko-chan? ¿Se os hizo muy dura la misión del chakra natural?
«¿Débil? ¡Debes estar de broma!» Pensó ella en su fuero interno, y lo habría expresado en voz alta si no fuera por el reparo de no querer interrumpirle. Yota no se lo había puesto precisamente fácil en aquel combate, y sus técnicas de Raiton habían sido todo un obstáculo a sortear. No quería ni imaginar qué habría sido de ella si hubiese conseguido alcanzarla con ellas. ¿Cómo se podía llamar débil?
—Así que después de aquella misión de los hilos de chakra natural partí lejos de Kusagakure a un lugar especial para mi familia para fortalecerme. Creo que tu estuviste en esa misión, ¿No es así?
Ella asintió en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía los labios congelados.
Fue entonces cuando el de Kusagakure se llevó una mano al bolsillo. De él sacó una pequeña petaca y Ayame arrugó la nariz, asqueada. ¿Alcohol a su edad? O peor aún, ¿fumaba? Afortunadamente, no era ni una ni otra. Cuando Yota lo abrió dejó a la vista una serie de caramelos con palo y le ofreció uno.
—No, gracias, si cojo uno de esos se me va a quedar pegado a la lengua con este frío... —respondió ella, con una sonrisa apurada.
Aunque lo cierto era que, gran parte de aquella negativa, escondía apuro y cierto... miedo.
—Digamos que Kumopansa para mí sería similar a lo que podría ser para ti Amedama Daruu; es decir, una compañera.
Ella volvió a torcer la cabeza, con una ligera sonrisa.
«No creo que Kumopansa llegue a ser para ti lo que es Daruu para mí. Si no, me preocuparía bastante.» Pensó, divertida, pero aquello no lo expresó en voz alta.
—Ella también sabe pelear. ¡Sería capaz de darles una paliza a esos borrachos! Es una buena ninja, una fiel compañera de aventuras, supongo que ya te has percatado de que no es una araña normal y corriente.
—Es una invocación, ¿entonces? —replicó, contenta como si hubiese resuelto un acertijo—. Conozco a gente que sabe invocar animales y los utiliza como compañeros, aunque no sabía que también se podía hacer con arañas. Es un placer, Kumopansa-san.
Un nuevo viento gélido les sacudió, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma. Dentro, en la taberna, el alboroto había vuelto a su cauce normal, y Ayame añoró durante un breve instante el calor de su hoguera y su chocolate caliente.
—Creo... creo que deberíamos buscar algún refugio o terminaremos convertidos en muñecos de nieve aquí fuera —se atrevió a bromear, pero tenía las piernas tan rígidas que le costó ponerse siquiera en marcha y empezar a caminar—. ¿Cómo está Taeko-chan? ¿Se os hizo muy dura la misión del chakra natural?