3/02/2018, 19:34
Kila le estrechó la mano, sin prestar atención al brazalete que Kaido lucía en su muñeca. Él, por otra parte, pudo sacar alguna otra conclusión de aquel apretón. Era un simple gesto, pero un gesto que decía mucho de la persona que lo hacía. Había apretones inseguros; flojos; o de manos sudadas y blandas. El de ella, sin embargo, era firme. No apretaba con fuerza, pero se la notaba segura, confiada, y su piel no era tan fina como a simple vista podía parecer.
—¡Ja! ¡Me crezco en las situaciones difíciles! —exclamó, con mirada fiera—. Te lo juro por Susano’o, no me iré de aquí sin haber conseguido el trabajo.
Sonrió.
—¿Y de dónde eres, Shirosame? No me suena de verte por aquí…
—¡Ja! ¡Me crezco en las situaciones difíciles! —exclamó, con mirada fiera—. Te lo juro por Susano’o, no me iré de aquí sin haber conseguido el trabajo.
Sonrió.
—¿Y de dónde eres, Shirosame? No me suena de verte por aquí…