4/02/2018, 00:53
Primero Kaido —ahora Amikiba Shirosame—, luego Kila, quien no parecía tener apellido, y seguidamente el resto fueron presentándose uno a uno, mientras Jitsuna iba apuntándolo en un papel. Terminadas las presentaciones, las pruebas dieron comienzo.
El primero en hacer el examen fue un joven chico menudo y raquítico. Luego, una muchacha de ojos marrones y mejillas sonrojadas. Mientras iban saliendo, uno a uno, a ponerse a prueba, el resto esperaba junto a Shenfu Kano en la cocina. Hubo algunos que tardaron más en volver. Otros —dos—, que ni siquiera volvieron. Kila, la última en salir, fue la que menos tardó en regresar: algo menos de tres minutos.
La voz de Jitsuna se oyó al otro lado de la puerta: llamaba por Shirosame.
Cuando Kaido salió de la cocina, cruzando las puertas laterales de la barra, se encontró a la mujer sentada en una mesa, aguardando. Tenía un cronómetro en la mano, y un lápiz en la otra.
—Recuerda, Shirosame. Te haré los pedidos, y tú me dices cuando parar. Caminas hasta la barra, y cuando pase un minuto te vuelvo a llamar, y tendrás que recitarme cada pedido para cada mesa. Si te equivocas en una, ese pedido no cuenta. Luego, continuo con los pedidos, y así hasta que hayamos completado los diez. ¿De acuerdo?
»Para la mesa tres, me vas a traer un daiquiri de fresa, pero con dos cucharadas de azúcar, y no una, y con poco ron. También un Huracán, pero con más ron tostado que blanco, y sin limón. Un Volcán con poco hielo; y un vaso de agua con hielo. En la mesa dos —continuó—, quiero unos entrantes de… —Y así, la mujer habló y habló hasta que Kaido la mandase parar o tras terminar de indicarle el pedido de las diez mesas.
El primero en hacer el examen fue un joven chico menudo y raquítico. Luego, una muchacha de ojos marrones y mejillas sonrojadas. Mientras iban saliendo, uno a uno, a ponerse a prueba, el resto esperaba junto a Shenfu Kano en la cocina. Hubo algunos que tardaron más en volver. Otros —dos—, que ni siquiera volvieron. Kila, la última en salir, fue la que menos tardó en regresar: algo menos de tres minutos.
La voz de Jitsuna se oyó al otro lado de la puerta: llamaba por Shirosame.
Cuando Kaido salió de la cocina, cruzando las puertas laterales de la barra, se encontró a la mujer sentada en una mesa, aguardando. Tenía un cronómetro en la mano, y un lápiz en la otra.
—Recuerda, Shirosame. Te haré los pedidos, y tú me dices cuando parar. Caminas hasta la barra, y cuando pase un minuto te vuelvo a llamar, y tendrás que recitarme cada pedido para cada mesa. Si te equivocas en una, ese pedido no cuenta. Luego, continuo con los pedidos, y así hasta que hayamos completado los diez. ¿De acuerdo?
»Para la mesa tres, me vas a traer un daiquiri de fresa, pero con dos cucharadas de azúcar, y no una, y con poco ron. También un Huracán, pero con más ron tostado que blanco, y sin limón. Un Volcán con poco hielo; y un vaso de agua con hielo. En la mesa dos —continuó—, quiero unos entrantes de… —Y así, la mujer habló y habló hasta que Kaido la mandase parar o tras terminar de indicarle el pedido de las diez mesas.