7/02/2018, 17:05
El uzujin estaba tan sumido en sus lucha interna contra aquellas ideas concebidas sobre el alcohol que ni siquiera escuchó los sonoros pasos de una figura —visiblemente ebria— que se le acercaba por la espalda. Así, cuando recibió el potente manotazo, Akame tuvo que apoyarse con ambas manos sobre la madera de la barra para no terminar estampado y con la cara sobre la misma. A punto estuvo de volverse y enzarzarse a golpes con el responsable, pero una voz familiar que llegó a sus oídos lo impidió.
—Ralexion-san —masculló, incorporándose.
Sus ojos escudriñaron la figura del ninja de la Hierba. Parecía que había visto días mejores. «Aunque supongo que, al menos, se le curó bien el hombro. Menudo golpetazo me ha dado, y a traición, el hideputa...» Akame se puuso en pie y le dedicó una leve inclinación de cabeza.
—Y yo te dije que no pensaba dejarme matar —replicó, torciendo los labios en una suerte de sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí?
El fuerte olor a sake invadió sus fosas nasales; provenía, indudablemente, del joven genin.
—Joder, tienes una moña como un piano. ¿Qué hora es?
—Ralexion-san —masculló, incorporándose.
Sus ojos escudriñaron la figura del ninja de la Hierba. Parecía que había visto días mejores. «Aunque supongo que, al menos, se le curó bien el hombro. Menudo golpetazo me ha dado, y a traición, el hideputa...» Akame se puuso en pie y le dedicó una leve inclinación de cabeza.
—Y yo te dije que no pensaba dejarme matar —replicó, torciendo los labios en una suerte de sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí?
El fuerte olor a sake invadió sus fosas nasales; provenía, indudablemente, del joven genin.
—Joder, tienes una moña como un piano. ¿Qué hora es?