7/02/2018, 23:40
Cuando el kusajin valoró la información que había obtenido sobre Datsue de aquella manera, Akame no pudo sino soltar una carcajada breve pero sincera. «Claro que puedes confiar en él, salvo si estás hablando de dinero, o de chicas, o de...» Claro, no verbalizó aquellos pensamientos porque —primero— no quería socavar el buen ambiente de trabajo y era consciente de que Ralexion no vería con los mismos ojos a su compadre si hablaba mal de él, y —segundo— porque al fin y al cabo, era su Hermano. Su Hermano del Desierto.
—Le confiaría mi vida si fuera necesario —dijo finalmente el del Remolino. Y no era mentira.
Habiendo abandonado ya el tema de conversación que rondaba en torno a una misteriosa joya ancestral, un shinobi renegado con la cara llena de cicatrices y un pobre mercenario cuyos jóvenes restos yacían calcinados en un edificio abandonado de Tane-Shigai, Akame se relajó visiblemente. Volvió a erguirse en su asiento mientras cruzaba los brazos y escuchaba la pregunta de su interlocutor.
«Vaya vaya, Ralexion-san, así que eso es lo que te interesa», pensó Akame, sonriendo para sus adentros. Al fin y al cabo, aquel muchacho no era distinto de cualquier otro Uchiha. ¿Acaso podía culparle? Cuando te ponían el poder delante de tus narices, alargar la mano para cogerlo era un reflejo de lo más instintivo.
El propio Akame había estado investigando últimamente sobre aquella extraordinaria capacidad del Sharingan, y sobre lo que le había ocurrido cuando —junto a Datsue— les sellaran el Ichibi en contra de su voluntad. «¿Acaso yo...?»
—No es una leyenda, eso puedo confirmártelo —replicó, tajante. El Caledoscopio era sumamente real—. Su nombre es Mangekyō Sharingan, es la forma más poderosa y evolucionada de nuestro Kekkei Genkai... Y antes de que me preguntes. No, no poseo tal clase de ojos, y tampoco sé cómo obtenerlos.
»¿Es eso lo que te interesa? ¿El poder?
—Le confiaría mi vida si fuera necesario —dijo finalmente el del Remolino. Y no era mentira.
Habiendo abandonado ya el tema de conversación que rondaba en torno a una misteriosa joya ancestral, un shinobi renegado con la cara llena de cicatrices y un pobre mercenario cuyos jóvenes restos yacían calcinados en un edificio abandonado de Tane-Shigai, Akame se relajó visiblemente. Volvió a erguirse en su asiento mientras cruzaba los brazos y escuchaba la pregunta de su interlocutor.
«Vaya vaya, Ralexion-san, así que eso es lo que te interesa», pensó Akame, sonriendo para sus adentros. Al fin y al cabo, aquel muchacho no era distinto de cualquier otro Uchiha. ¿Acaso podía culparle? Cuando te ponían el poder delante de tus narices, alargar la mano para cogerlo era un reflejo de lo más instintivo.
El propio Akame había estado investigando últimamente sobre aquella extraordinaria capacidad del Sharingan, y sobre lo que le había ocurrido cuando —junto a Datsue— les sellaran el Ichibi en contra de su voluntad. «¿Acaso yo...?»
—No es una leyenda, eso puedo confirmártelo —replicó, tajante. El Caledoscopio era sumamente real—. Su nombre es Mangekyō Sharingan, es la forma más poderosa y evolucionada de nuestro Kekkei Genkai... Y antes de que me preguntes. No, no poseo tal clase de ojos, y tampoco sé cómo obtenerlos.
»¿Es eso lo que te interesa? ¿El poder?