18/08/2015, 17:20
Siempre se dice que tras la calma siempre viene la tormenta, y así podía ser. La calma era demasiada por unos escasos y sabrosos segundos. El chico apenas se había acomodado cuando una cría llamó su atención desde la heladería. En un principio el albino hizo caso omiso a la pequeña, seguramente se había confundido, o simplemente llamaba a alguien tras de él. Trató de pasar de ella, pues era raro que alguien le llamase o quisiese hablar con él.
Sin embargo, su mirada tuvo que buscar de nuevo a la rubia cuando ésta alcanzó a llamarle "Blanquito". Lejos de mosquearse, el chico sonrió ante ese prejuicioso apelativo. Para rematar, la chica no solo quería llamar su atención, si no que se dispuso a ordenarle que se acercase. No entendía por qué clase de perro o esclavo le había confundido la pequeña, pero sin duda había una cosa obvia, la confusión. No cabía en cabeza de nadie lo que la chica acababa de hacer. De hecho, las miradas de numerosas personas la rajaban y acribillaban, no literalmente.
Sin demasiados ánimo, el Senju se levantó de su acomodado banco. Mantuvo un silencio sepulcral, y se acercó a la pequeña con parsimonia. Quizás debiere acordarse de ella, pero no, no puso atención en nada ni en nadie en el curso de genin. Ahora mismo tan solo le picaba la curiosidad. ¿Qué le hacía sentirse tan valiente ante un infame shinobi?
—¿Y bien? ¿Qué mosca te ha picado, enana?— Inquirió con una persistente sonrisa aún entre dientes.
Entre tanto, antepuso sus manos, apoyándolas sobre la mesa, y dejando caer levemente su cuerpo sobre éstas. Relativamente cerca de la pequeña, y con sus orbes clavados en ésta. Casi se podía considerar una amenaza, puesta la proximidad y la parsimonia de sus palabras.
Mientras ésto sucedía, el peliblanco pudo darse cuenta de la presencia de una muñeca en aquella mesa, sentada al igual que la pequeña. Aunque algo mas tétrica, tenía una curiosa similitud a la rubia, aunque en ésta la cabellera era azabache. Por la mente del chico tan solo pudo pasar una leve idea. "Habré interrumpido su juego?"
Sin embargo, su mirada tuvo que buscar de nuevo a la rubia cuando ésta alcanzó a llamarle "Blanquito". Lejos de mosquearse, el chico sonrió ante ese prejuicioso apelativo. Para rematar, la chica no solo quería llamar su atención, si no que se dispuso a ordenarle que se acercase. No entendía por qué clase de perro o esclavo le había confundido la pequeña, pero sin duda había una cosa obvia, la confusión. No cabía en cabeza de nadie lo que la chica acababa de hacer. De hecho, las miradas de numerosas personas la rajaban y acribillaban, no literalmente.
Sin demasiados ánimo, el Senju se levantó de su acomodado banco. Mantuvo un silencio sepulcral, y se acercó a la pequeña con parsimonia. Quizás debiere acordarse de ella, pero no, no puso atención en nada ni en nadie en el curso de genin. Ahora mismo tan solo le picaba la curiosidad. ¿Qué le hacía sentirse tan valiente ante un infame shinobi?
—¿Y bien? ¿Qué mosca te ha picado, enana?— Inquirió con una persistente sonrisa aún entre dientes.
Entre tanto, antepuso sus manos, apoyándolas sobre la mesa, y dejando caer levemente su cuerpo sobre éstas. Relativamente cerca de la pequeña, y con sus orbes clavados en ésta. Casi se podía considerar una amenaza, puesta la proximidad y la parsimonia de sus palabras.
Mientras ésto sucedía, el peliblanco pudo darse cuenta de la presencia de una muñeca en aquella mesa, sentada al igual que la pequeña. Aunque algo mas tétrica, tenía una curiosa similitud a la rubia, aunque en ésta la cabellera era azabache. Por la mente del chico tan solo pudo pasar una leve idea. "Habré interrumpido su juego?"