8/02/2018, 20:22
El vaso de sake hizo otra vez su corto recorrido desde la barra de madera hasta los labios cortados del fino Uchiha. Tomó otro sorbo, trató —sin mucho éxito— de que el asco que sentía su lengua no se reflejase en su cara, y luego volvió a dejarlo donde estaba. Se lo quedó mirando mientras Ralexion le dedicaba unas palabras cargadas de condescendencia.
Entonces el del Remolino le miró con resentimiento.
—Meh, los juicios de valor te los puedes meter por... —se detuvo, bajando la voz—. Un simple vaso de licor no va a poder con Uchiha Akame de Uzushiogakure no Sato. Pasarán mil años antes de que eso ocurra. Es sólo... Un estúpido... Vaso de sake.
Tomó el diabólico recipiente y se lo empinó de un tirón.
Lo primero que le vino a la garganta fue una arcada casi incontenible. Logró de algún modo no echar la pota, aunque sí que se encorvó sobre la barra boqueando con fuerza. Le faltaba el aire y notaba su garganta ardiendo, como si alguien hubiese encendido una hoguera en su estómago y el humo caliente le subiese hasta la boca.
Tardó un par de minutos en recobrar la compostura; cuando se irguió de nuevo tenía las mejillas rojas y los ojos cargados, pero aun así no dio otras muestras de embriaguez. Con solemne gesto tomó un par de monedas y las dejó sobre la barra, haciéndole una seña al tabernero para que las recogiese.
—Bueno, Ralexion-san... Tampoco voy a emborracharme antes de una misión. Vamos a por esos libros, si no me equivoco mañana ambos partiremos hacia nuestro destino.
Y con esas, abandonaría la taberna en dirección a donde quiera que el kusajin se hospedaba.
Entonces el del Remolino le miró con resentimiento.
—Meh, los juicios de valor te los puedes meter por... —se detuvo, bajando la voz—. Un simple vaso de licor no va a poder con Uchiha Akame de Uzushiogakure no Sato. Pasarán mil años antes de que eso ocurra. Es sólo... Un estúpido... Vaso de sake.
Tomó el diabólico recipiente y se lo empinó de un tirón.
Lo primero que le vino a la garganta fue una arcada casi incontenible. Logró de algún modo no echar la pota, aunque sí que se encorvó sobre la barra boqueando con fuerza. Le faltaba el aire y notaba su garganta ardiendo, como si alguien hubiese encendido una hoguera en su estómago y el humo caliente le subiese hasta la boca.
Tardó un par de minutos en recobrar la compostura; cuando se irguió de nuevo tenía las mejillas rojas y los ojos cargados, pero aun así no dio otras muestras de embriaguez. Con solemne gesto tomó un par de monedas y las dejó sobre la barra, haciéndole una seña al tabernero para que las recogiese.
—Bueno, Ralexion-san... Tampoco voy a emborracharme antes de una misión. Vamos a por esos libros, si no me equivoco mañana ambos partiremos hacia nuestro destino.
Y con esas, abandonaría la taberna en dirección a donde quiera que el kusajin se hospedaba.