11/02/2018, 22:52
Dígase una cosa de Shenfu Kano: era un bebedor nato. En vez de limitarse a humedecer los labios y saborear los cócteles sin apenas consumir un par de gotas, empinaba el codo hasta vaciar cada copa en su bandullo. Para él, no había medias tintas. Ni cautela. Las cosas o las hacía bien o no le merecía la pena hacerlas.
Cuando llegó el turno de Kila —quien había preparado un cóctel de lo más exótico y bonito a la vista—, sus cumplidos fueron atronadores. La felicitó con entusiasmo, dando fuertes palmadas en la barra, y asegurando que jamás había probado cosa igual.
Entonces, llegó el turno de Kaido. Al oír que el preparado era de su país, y que tuviese cuidado no se lo fuesen a afanar, Kano alzó una ceja con suma curiosidad. Luego, asintió, mientras la papada le bailaba de un lado a otro, y le guiñó un ojo. Cabe decir que de forma no muy disimulada.
Se llevó su copa a los labios y…
… tuvo que parar a medio trago. Los ojos, desorbitados. Las mejillas, coloradas e hinchadas. Tragó con dificultad, y entonces….
… se bebió el resto del contenido con furia. Casi podía decirse que se estaba obligando a hacerlo.
—Esto es… Esto es… —sus ojos, muy abiertos, casi horrorizados, se mantenían fijos en la copa—. ¡Esto es lo mejor que he probado en mi vida! ¡Y he probado de todo! ¡Así me gusta, joder, así me gusta! —le dio tales palmadas en el hombro que Kaido a punto estuvo de caerse—. ¡Bam, bam, bam! —gritó, mientras sacudía el puño en el aire—. ¡Tiempo para elegir el ganador!
Tanto Shenfu Kano como su mujer se habían retirado a la cocina para discutir quién se llevaría el puesto provisional de camarero. Mientras tanto, los aspirantes se quedaron en el comedor.
—Pff… —resopló uno, con una cicatriz en la ceja y de dientes sobresalidos—. Y yo que pensé que esto servía de algo. —El resto de jóvenes le miraron, curiosos y confusos a partes iguales—. ¿Es que soy el único en verlo? Esto está amañado, joder. Vi como Kano le guiñaba un ojo al azulado este —señaló a Kaido con un gesto de mano—. Ten huevos y admítelo.
De pronto, todas y cada una de las miradas se clavaron en Kaido. Se hizo un silencio tenso.
Cuando llegó el turno de Kila —quien había preparado un cóctel de lo más exótico y bonito a la vista—, sus cumplidos fueron atronadores. La felicitó con entusiasmo, dando fuertes palmadas en la barra, y asegurando que jamás había probado cosa igual.
Entonces, llegó el turno de Kaido. Al oír que el preparado era de su país, y que tuviese cuidado no se lo fuesen a afanar, Kano alzó una ceja con suma curiosidad. Luego, asintió, mientras la papada le bailaba de un lado a otro, y le guiñó un ojo. Cabe decir que de forma no muy disimulada.
Se llevó su copa a los labios y…
… tuvo que parar a medio trago. Los ojos, desorbitados. Las mejillas, coloradas e hinchadas. Tragó con dificultad, y entonces….
… se bebió el resto del contenido con furia. Casi podía decirse que se estaba obligando a hacerlo.
—Esto es… Esto es… —sus ojos, muy abiertos, casi horrorizados, se mantenían fijos en la copa—. ¡Esto es lo mejor que he probado en mi vida! ¡Y he probado de todo! ¡Así me gusta, joder, así me gusta! —le dio tales palmadas en el hombro que Kaido a punto estuvo de caerse—. ¡Bam, bam, bam! —gritó, mientras sacudía el puño en el aire—. ¡Tiempo para elegir el ganador!
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Tanto Shenfu Kano como su mujer se habían retirado a la cocina para discutir quién se llevaría el puesto provisional de camarero. Mientras tanto, los aspirantes se quedaron en el comedor.
—Pff… —resopló uno, con una cicatriz en la ceja y de dientes sobresalidos—. Y yo que pensé que esto servía de algo. —El resto de jóvenes le miraron, curiosos y confusos a partes iguales—. ¿Es que soy el único en verlo? Esto está amañado, joder. Vi como Kano le guiñaba un ojo al azulado este —señaló a Kaido con un gesto de mano—. Ten huevos y admítelo.
De pronto, todas y cada una de las miradas se clavaron en Kaido. Se hizo un silencio tenso.