14/02/2018, 01:33
(Última modificación: 14/02/2018, 01:45 por Umikiba Kaido.)
Shenfu Kano gritó, y gritó. El gyojin sintió los tímpanos adoloridos, pero no tuvo más remedio que oír sin ningún tipo de reparo mientras chocaba su trago con el de él. Era evidente que, a través del alcohol, era la mejor manera de congeniar con su contratista. Parecía ser más que un simple bebedor nato.
—Verás, seré franco contigo, Shirosame —exclamó, mientras Kaido jugaba con su vaso de alcohol —. Tanto mi esposa como mi sobrina odian a los shinobis —se esforzó por no apabullarse ante el ardor del licor bajar por su garganta, y se mantuvo en silencio mientras Kano le revelaba uno de los tantos inconvenientes que podría tener durante aquella misión—. Si se enterasen de que he contratado a uno, ¡me cortarían los huevos! ¡Has de llevar esto con la máxima discreción, Shirosame! ¡La máxima discreción!
—Me llamo Kaido. Y no te preocupes, guardaré las apariencias siempre que sea necesario. Su mujer y su sobrina, sea quién sea, no van a enterarse de que soy un shinobi, así que sus huevos están a salvo —echó un par de ojos a su alrededor, cerciorándose de que ninguna de las dos mujeres fuera a volver—. ahora, necesito que me pongas bien al día sobre qué coño es lo que sucede. Entenderás que con la información que se me facilita en el pergamino de la misión me es imposible saber poco más de lo necesario, así que dame los detalles. ¿Por qué has arriesgado tus pelotas por un shinobi? ¿qué te han robado?
Entre tanto, el escualo no pudo evitar percatarse de aquel hombre estaba marcado por las viscicitudes de una falencia de piel. No conocía su nombre, pero creía haberlo visto en etapas mucho más avanzadas. Desde luego, aquellas manchas no iban a pasarle desapercibidas a él.
Pero no haría comentario alguno, ni perdería el tiempo fijándose en ellas. Tan sólo lo tendría en cuenta como un detalle que, quizás, podría ser importante más adelante.
—Verás, seré franco contigo, Shirosame —exclamó, mientras Kaido jugaba con su vaso de alcohol —. Tanto mi esposa como mi sobrina odian a los shinobis —se esforzó por no apabullarse ante el ardor del licor bajar por su garganta, y se mantuvo en silencio mientras Kano le revelaba uno de los tantos inconvenientes que podría tener durante aquella misión—. Si se enterasen de que he contratado a uno, ¡me cortarían los huevos! ¡Has de llevar esto con la máxima discreción, Shirosame! ¡La máxima discreción!
—Me llamo Kaido. Y no te preocupes, guardaré las apariencias siempre que sea necesario. Su mujer y su sobrina, sea quién sea, no van a enterarse de que soy un shinobi, así que sus huevos están a salvo —echó un par de ojos a su alrededor, cerciorándose de que ninguna de las dos mujeres fuera a volver—. ahora, necesito que me pongas bien al día sobre qué coño es lo que sucede. Entenderás que con la información que se me facilita en el pergamino de la misión me es imposible saber poco más de lo necesario, así que dame los detalles. ¿Por qué has arriesgado tus pelotas por un shinobi? ¿qué te han robado?
Entre tanto, el escualo no pudo evitar percatarse de aquel hombre estaba marcado por las viscicitudes de una falencia de piel. No conocía su nombre, pero creía haberlo visto en etapas mucho más avanzadas. Desde luego, aquellas manchas no iban a pasarle desapercibidas a él.
Pero no haría comentario alguno, ni perdería el tiempo fijándose en ellas. Tan sólo lo tendría en cuenta como un detalle que, quizás, podría ser importante más adelante.