18/08/2015, 22:41
—Yo tan sólo soy una niña y estoy en edad de crecimiento— contestó la pequeña con tranquilidad ante el comentario del albino que se había acomodado tomando una posición nada eduacada en la mesa, si le viese su abuelo seguramente le partiría las dos piernas como castigo pero a ella no le importaba para nada que el chico no tuviese modales. Quería verle de cerca, ver como actuaba y comprender así por qué debería de tenerle respeto.
"Parece que es bastante directo, interesante" pensó la chica cuando su interlocutor volvía a la carga, parecía querer justificar el haberse acercado hasta aquella mesa
—La pregunta más correcta sería por qué debería de tener miedo de tí, Blanquito— devolvío la cuestión con tranquilidad mientras seguía dando buena cuenta de su copa de helado —Y la verdad, espero que tengas una historia increíble... no te lo tomes a mal, pero la primera impresión que das no es de miedo precisamente— apuntó la pequeñaja sin cortarse un pelo —Así que cuentame por qué te temen—
La chica clavó sus azules ojos en los de él, no le tenía miedo y nada de lo que dijese le haría cambiar de opinión. Sayaka no conocía el miedo, no conocía la piedad o el amor. Sayaka divide todo en divertido o aburrido, aprovechable o inútil, y en aquel preciso instante estaba deciendo en que lugar de su balanza colocar a aquel chico. A simple vista parecía un unicornio de colores, según su repuesta, quizás el unicornio tan sólo fuese un caballo disfrazado o verdaderamente algo digno a tener en cuenta.
"Parece que es bastante directo, interesante" pensó la chica cuando su interlocutor volvía a la carga, parecía querer justificar el haberse acercado hasta aquella mesa
—La pregunta más correcta sería por qué debería de tener miedo de tí, Blanquito— devolvío la cuestión con tranquilidad mientras seguía dando buena cuenta de su copa de helado —Y la verdad, espero que tengas una historia increíble... no te lo tomes a mal, pero la primera impresión que das no es de miedo precisamente— apuntó la pequeñaja sin cortarse un pelo —Así que cuentame por qué te temen—
La chica clavó sus azules ojos en los de él, no le tenía miedo y nada de lo que dijese le haría cambiar de opinión. Sayaka no conocía el miedo, no conocía la piedad o el amor. Sayaka divide todo en divertido o aburrido, aprovechable o inútil, y en aquel preciso instante estaba deciendo en que lugar de su balanza colocar a aquel chico. A simple vista parecía un unicornio de colores, según su repuesta, quizás el unicornio tan sólo fuese un caballo disfrazado o verdaderamente algo digno a tener en cuenta.