21/02/2018, 04:07
¡Bingo!
Yoku Reon era la pieza faltante para que al menos sólo una cosa tuviera sentido. Kaido podría ir a dormir tranquilo con aquella pista bajo su regazo, pues cuando uno se va de parranda, el volver a casa no es precisamente lo que mejor se recuerde de la noche. Quizás, en una de esas...
—Acogedor—indagó, echándole un ojo al habitáculo—. venga, va, hasta mañana.
Se quedó viendo a la estrechísima litera y se terminó de despedir de Kano. Luego, arrojó todas sus pertenencias y así como venía, se tiró encima de la cama y cerró los ojos, hasta quedarse dormido.
Toc, toc, toc. ¡Toc, toc, toc! ¡TOCTOCTOCTOC!
Kaido pensó que se le estaban tocando a la puerta, pero en realidad era una jodida gaviota que casualmente picoteaba la ventana circular con interés. Quizás, pensaba que el gyojin era una gamba a la que se podía desayunar, pero nada más lejos de la realidad. Un par de manoteos del amejin y el ave rapaz saldría despedida, derrotada y con el estómago vacío. Entre sollozos y perjuras, el escualo se levantó de aquella litera con un severo dolor lumbar —no era para menos, si aquella camilla era una maldita roca— mientras se sobaba el cojón derecho. Una, dos, tres bofetadas autoinfligidas después, comenzó a ver menos borroso.
Una vez le fuera físicamente posible levantarse, se cambiaría de ropa y tomaría un par de utensilios para dirigirse hasta el baño y tomar una ducha. Porque, a diferencia de lo que contaban las leyendas urbanas de Amegakure, él sí que tomaba duchas. Y comía. Como lo hace la gente normal.
Yoku Reon era la pieza faltante para que al menos sólo una cosa tuviera sentido. Kaido podría ir a dormir tranquilo con aquella pista bajo su regazo, pues cuando uno se va de parranda, el volver a casa no es precisamente lo que mejor se recuerde de la noche. Quizás, en una de esas...
—Acogedor—indagó, echándole un ojo al habitáculo—. venga, va, hasta mañana.
Se quedó viendo a la estrechísima litera y se terminó de despedir de Kano. Luego, arrojó todas sus pertenencias y así como venía, se tiró encima de la cama y cerró los ojos, hasta quedarse dormido.
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Toc, toc, toc. ¡Toc, toc, toc! ¡TOCTOCTOCTOC!
Kaido pensó que se le estaban tocando a la puerta, pero en realidad era una jodida gaviota que casualmente picoteaba la ventana circular con interés. Quizás, pensaba que el gyojin era una gamba a la que se podía desayunar, pero nada más lejos de la realidad. Un par de manoteos del amejin y el ave rapaz saldría despedida, derrotada y con el estómago vacío. Entre sollozos y perjuras, el escualo se levantó de aquella litera con un severo dolor lumbar —no era para menos, si aquella camilla era una maldita roca— mientras se sobaba el cojón derecho. Una, dos, tres bofetadas autoinfligidas después, comenzó a ver menos borroso.
Una vez le fuera físicamente posible levantarse, se cambiaría de ropa y tomaría un par de utensilios para dirigirse hasta el baño y tomar una ducha. Porque, a diferencia de lo que contaban las leyendas urbanas de Amegakure, él sí que tomaba duchas. Y comía. Como lo hace la gente normal.