26/02/2018, 03:21
El paisaje en el que se encontraba contrastaba totalmente con lo que estaba acostumbrado. Cielo despejado, hierbas por doquier, incluso algún que otro pueblito rural. Todo muy colorido y vivaracho, pero aquello no importaba, parecía que en verdad nadie podía hacerle cambiar su cara de pocos amigos.
Sus pasos lentos, desganados, no importunarían a nadie de aquel lugar. Era un mero transeúnte, dirigiéndose a otro destino. Y sin embargo, aquella vez había aceptado un encargo sin rechistar. Normalmente refunfuñaría cómo potro, pero en vista que su padre salió de misión y no había quién más cumpliera con el, seguía en su camino buscando un pequeño pueblito pastoril llamado Ito, que se supone era uno de los tantos que existían en aquella zona. "Entrenamiento será la madre..." Le había prometido ayudarle a perfeccionar sus artes ninja, pero existían otras responsabilidades. "Ya me debería acostumbrar a que siempre se retrasa cuando promete algo." Suspiró pesadamente.
Tenía tiempo de sobra, no tenía prisas, no.
Hizo una pausa para sentarse a descansar cerca de la orilla del río, observando su reflejo en las cristalinas aguas. Ahí se quedó, durante varios minutos.
Algo le molestaba, una espinita clavada metafóricamente. No era el encargo de comprar unas estúpidas madejas de lana, era algo más profundo, algo que venía arrastrando desde hace mucho.
"Para estos mandados mejor hacer misiones D, al menos eso me lo irían a pagar..." Torció el gesto mientras observaba el afluente, en donde su rostro se apreciaba perfectamente ante la calma de las aguas. "¿Qué habrá sido de los demás...?" Y entonces dejó de verse a sí mismo, para no ver nada en especial. "¿Qué he hecho yo?" Preguntaba, aunque la respuesta era la misma: nada.
Nunca estuvo realmente atado a sus compañeros de la academia, él les olvidó, probablemente ellos lo mismo. Era estúpido soñar siquiera en participar en algún equipo, él mismo pateó la oportunidad cuando la tuvo. Lo último que supo es que Kaido había participado en el Torneo de los Dojos, así que estaba seguro que le habían dejado muy atrás hace mucho. No valía la pena siquiera contemplar las probabilidades de las decisiones que no tomó. Había conocido gente, pero de ahí no pasaba. Durante mucho creyó que no le importaba lo que los demás pensasen de él, pero tras su percance en el país del Viento fue que realmente se percató de lo mucho que le dolía que le juzgasen.
No estaba llegando a ningún lado, no importaban los entrenamientos, seguía estancado en el mismo lugar. "Esforzarme no cambia nada." Hasta esos momentos, su única motivación era ser el shinobi que su hermana no pudo ser... Pero ese peso no era de él, ya estaba harto de querer cargar el sueño de alguien más, siendo que no era capaz de cumplir aquello. "Maldita sea." Algo le acongojaba, pero no quería admitirlo. Se reprimía, no quería soltarle a nadie lo que le pasaba. Tampoco tenía a nadie a quién acudir.
Estaba tan perdido en sí, que no notó su expresión de melancolía espejada en el cuerpo de agua.
Sus pasos lentos, desganados, no importunarían a nadie de aquel lugar. Era un mero transeúnte, dirigiéndose a otro destino. Y sin embargo, aquella vez había aceptado un encargo sin rechistar. Normalmente refunfuñaría cómo potro, pero en vista que su padre salió de misión y no había quién más cumpliera con el, seguía en su camino buscando un pequeño pueblito pastoril llamado Ito, que se supone era uno de los tantos que existían en aquella zona. "Entrenamiento será la madre..." Le había prometido ayudarle a perfeccionar sus artes ninja, pero existían otras responsabilidades. "Ya me debería acostumbrar a que siempre se retrasa cuando promete algo." Suspiró pesadamente.
Tenía tiempo de sobra, no tenía prisas, no.
Hizo una pausa para sentarse a descansar cerca de la orilla del río, observando su reflejo en las cristalinas aguas. Ahí se quedó, durante varios minutos.
Algo le molestaba, una espinita clavada metafóricamente. No era el encargo de comprar unas estúpidas madejas de lana, era algo más profundo, algo que venía arrastrando desde hace mucho.
"Para estos mandados mejor hacer misiones D, al menos eso me lo irían a pagar..." Torció el gesto mientras observaba el afluente, en donde su rostro se apreciaba perfectamente ante la calma de las aguas. "¿Qué habrá sido de los demás...?" Y entonces dejó de verse a sí mismo, para no ver nada en especial. "¿Qué he hecho yo?" Preguntaba, aunque la respuesta era la misma: nada.
Nunca estuvo realmente atado a sus compañeros de la academia, él les olvidó, probablemente ellos lo mismo. Era estúpido soñar siquiera en participar en algún equipo, él mismo pateó la oportunidad cuando la tuvo. Lo último que supo es que Kaido había participado en el Torneo de los Dojos, así que estaba seguro que le habían dejado muy atrás hace mucho. No valía la pena siquiera contemplar las probabilidades de las decisiones que no tomó. Había conocido gente, pero de ahí no pasaba. Durante mucho creyó que no le importaba lo que los demás pensasen de él, pero tras su percance en el país del Viento fue que realmente se percató de lo mucho que le dolía que le juzgasen.
No estaba llegando a ningún lado, no importaban los entrenamientos, seguía estancado en el mismo lugar. "Esforzarme no cambia nada." Hasta esos momentos, su única motivación era ser el shinobi que su hermana no pudo ser... Pero ese peso no era de él, ya estaba harto de querer cargar el sueño de alguien más, siendo que no era capaz de cumplir aquello. "Maldita sea." Algo le acongojaba, pero no quería admitirlo. Se reprimía, no quería soltarle a nadie lo que le pasaba. Tampoco tenía a nadie a quién acudir.
Estaba tan perdido en sí, que no notó su expresión de melancolía espejada en el cuerpo de agua.