26/02/2018, 19:54
—¡Casi buenas tardes! —replicó Jitsuna, enfurecida. Kaido se rascó la parte de atrás de la nuca y rió, con los ojos chiquitos, tratando de excusarse. Entonces se le ocurrieron mil y un frasesillas mordaces con la cual sacarse a aquella vieja estirada y menopáusica de encima, pero recordó que tenía un papel que jugar, y que no podía salirse de él aún y cuando la maldad le revolviera los intestinos.
En silencio, se acercó hasta ella y atendió a las instrucciones aplicadamente. Entre tanto, sin embargo, le echaba un ojo sigiloso a Kila, que estaba como un bombón para chupar esa mañana.
No obstante, su prisma visual fue interrumpido por la llegada de nada más y nada menos que de Reon. Reon era un tipo corpulento, que le sacaba medio tajo al bueno de Shirosame. De grandes brazos y con un estilo de los años doscientos, con un bigote que tendría ya que haber pasado de moda. Sin embargo, se movió galante hasta los linderos de Kila —sin haber reparado en él salvo por un mísero y desganado buenos días— y se le presentó como un caballero, un caballero ligeramente pederasta, pensó él, pero caballero al fin.
«Maldito pedófilo de los cojones, ¡Aléjate de mi mujer!» —pensó, queriendo inflarse de agua hasta el cogote y superar aquella amenazante musculatura. Pero no podía, no esa vez.
—Buenos días, Reon. ¿A mí no me vas a besar la aleta? —bromeó, aunque con fingida camaradería. Luego se acercó hasta él y le tendió la mano para estrechársela. Porque, no podía empezar con mal pie con el único tipo que podía ser la razón por la cual, alguien estaba colándose por las noches a robar, aprovechándose quizás de un Reon fuera de sus cabales tras sus taciturnas juergas y derroches—. Shirosame.
En silencio, se acercó hasta ella y atendió a las instrucciones aplicadamente. Entre tanto, sin embargo, le echaba un ojo sigiloso a Kila, que estaba como un bombón para chupar esa mañana.
No obstante, su prisma visual fue interrumpido por la llegada de nada más y nada menos que de Reon. Reon era un tipo corpulento, que le sacaba medio tajo al bueno de Shirosame. De grandes brazos y con un estilo de los años doscientos, con un bigote que tendría ya que haber pasado de moda. Sin embargo, se movió galante hasta los linderos de Kila —sin haber reparado en él salvo por un mísero y desganado buenos días— y se le presentó como un caballero, un caballero ligeramente pederasta, pensó él, pero caballero al fin.
«Maldito pedófilo de los cojones, ¡Aléjate de mi mujer!» —pensó, queriendo inflarse de agua hasta el cogote y superar aquella amenazante musculatura. Pero no podía, no esa vez.
—Buenos días, Reon. ¿A mí no me vas a besar la aleta? —bromeó, aunque con fingida camaradería. Luego se acercó hasta él y le tendió la mano para estrechársela. Porque, no podía empezar con mal pie con el único tipo que podía ser la razón por la cual, alguien estaba colándose por las noches a robar, aprovechándose quizás de un Reon fuera de sus cabales tras sus taciturnas juergas y derroches—. Shirosame.