26/02/2018, 20:53
—Buenos días, Reon. ¿A mí no me vas a besar la aleta?
Reon le miró alzando una ceja y con expresión de gallito, ladeando ligeramente la cabeza.
—Lo siento, compañero, pero no me gustan los pezqueñines —replicó, y como ninguna pulla era nada sin su risa hiriente que la acompañase, estalló en carcajadas mientras miraba a Kila con ojos cómplices. Kila le devolvió una pequeña sonrisa forzada, aunque Kaido pudo apreciar que lo hacía más por obligación que por gusto. Fuese como fuese, Reon le devolvió el apretón de manos, quizá con más fuerza de la debida—. Un placer, un placer —dijo todavía entre risas. Devolvió la mirada hacia Kila, dándole ligeramente el costado a Kaido, como si no existiese—. Cualquier duda que tengas, no dudes en preguntar. Estaré encantado de ayudarte… —Por alguna razón, Reon empezó a hablar muy, muy despacio—, en… lo… que… sea.
Le guiñó un ojo antes de irse, ante una Kila ligeramente colorada, y desapareció por la cocina. Minutos más tarde, Jitsuna volvió a entrar en la sala y, tras entrar brevemente a la cocina, les pidió ayuda con el desayuno. Y es que Reon había preparado a los cuatro un exquisito manjar para tener las pilas cargadas por el resto del día. Entre todos, juntaron dos mesas y llevaron la comida hasta ellas: tostadas; jarras de zumo recién exprimido; café; una rodaja de pan con aceite y tomate para cada uno; y un pequeño cuenco con fruta troceada —kiwi, plátano, pera y manzana—.
Pese a ser cuatro, pusieron sobre la mesa seis platos con sus respectivos cubiertos.
—¿Y Kano? —preguntó Reon, pese a que parecía ya conocer la respuesta.
—No hay quien lo despierte —respondió Jitsuna, soltando un bufido mientras se sentaba a la mesa—. Tendrás que ocuparte de los desayunos… Quizá también de la comida del mediodía.
Reon resopló con soberbia, encogiéndose de hombros.
—Ya estoy acostumbrado. Últimamente me ocupo de muchas cosas de las que él debería hacerse cargo.
¡Crash! El vaso del que iba a beber Jitsuna cayó al suelo y se rompió en añicos. Un silencio tenso se instauró en ese momento, con el rostro de Jitsuna rígido y una sonrisa divertida dibujada en el rostro de Reon. Kila fue la primera en interrumpirlo, levantándose en el acto e insistiendo en ser ella quien limpiase el desperdicio.
Reon le miró alzando una ceja y con expresión de gallito, ladeando ligeramente la cabeza.
—Lo siento, compañero, pero no me gustan los pezqueñines —replicó, y como ninguna pulla era nada sin su risa hiriente que la acompañase, estalló en carcajadas mientras miraba a Kila con ojos cómplices. Kila le devolvió una pequeña sonrisa forzada, aunque Kaido pudo apreciar que lo hacía más por obligación que por gusto. Fuese como fuese, Reon le devolvió el apretón de manos, quizá con más fuerza de la debida—. Un placer, un placer —dijo todavía entre risas. Devolvió la mirada hacia Kila, dándole ligeramente el costado a Kaido, como si no existiese—. Cualquier duda que tengas, no dudes en preguntar. Estaré encantado de ayudarte… —Por alguna razón, Reon empezó a hablar muy, muy despacio—, en… lo… que… sea.
Le guiñó un ojo antes de irse, ante una Kila ligeramente colorada, y desapareció por la cocina. Minutos más tarde, Jitsuna volvió a entrar en la sala y, tras entrar brevemente a la cocina, les pidió ayuda con el desayuno. Y es que Reon había preparado a los cuatro un exquisito manjar para tener las pilas cargadas por el resto del día. Entre todos, juntaron dos mesas y llevaron la comida hasta ellas: tostadas; jarras de zumo recién exprimido; café; una rodaja de pan con aceite y tomate para cada uno; y un pequeño cuenco con fruta troceada —kiwi, plátano, pera y manzana—.
Pese a ser cuatro, pusieron sobre la mesa seis platos con sus respectivos cubiertos.
—¿Y Kano? —preguntó Reon, pese a que parecía ya conocer la respuesta.
—No hay quien lo despierte —respondió Jitsuna, soltando un bufido mientras se sentaba a la mesa—. Tendrás que ocuparte de los desayunos… Quizá también de la comida del mediodía.
Reon resopló con soberbia, encogiéndose de hombros.
—Ya estoy acostumbrado. Últimamente me ocupo de muchas cosas de las que él debería hacerse cargo.
¡Crash! El vaso del que iba a beber Jitsuna cayó al suelo y se rompió en añicos. Un silencio tenso se instauró en ese momento, con el rostro de Jitsuna rígido y una sonrisa divertida dibujada en el rostro de Reon. Kila fue la primera en interrumpirlo, levantándose en el acto e insistiendo en ser ella quien limpiase el desperdicio.