27/02/2018, 00:24
(Última modificación: 7/06/2018, 16:17 por Uchiha Akame.)
Bienvenida, Primavera del año 218.
Era por la mañana temprano cuando la primera persona en llegar a la Torre de Meditación dejó su petate en el suelo, a uno de los lados de la plataforma, y comenzó a estirar. Desde lejos se podía intuir su delgada y escuálida figura, de constitución ágil. Cuando uno se acercaba más ya eran visibles sus ropajes, con la bandana de los ninjas de Uzushiogakure no Sato anudada en torno a la frente. Llevaba pantalones largos de color marrón arena, ceñidos a las pantorillas por sendas botas militares negras. Una camiseta sin mangas de color negro y una chaqueta de cuello alto de color azul marino rubricaban la indumentaria del muchacho. Colgaba de su cinturón, además, un portaobjetos; y anudado al muslo derecho llevaba otro. Su pelo negro como el carbón le caía por la espalda recogido en una cola de caballo, y su vieja espada del mismo color descansaba junto al petate.
Uchiha Akame se colocó en el centro de la plataforma de entrenamiento —un tatami de madera suspendido a media altura en la Torre, cuadrado, de veinte metros de lado— y comenzó a realizar varias katas de Taijutsu contra un enemigo imaginario. Respiraba acompasadamente con cada movimiento y realizaba la técnica con cierta gracia; más estudiada que natural. Con cada golpe dejaba escapar un bufido cargado de sentimiento.
Rabia.
Impotencia.
Frustración.
Habían pasado pocos días desde el inicio del nuevo año y él estaba allí; entrenando. Porque se había dado cuenta de que necesitaba más, siempre más. Más poder. Más conocimiento. Más fuerza. Más destreza. Más agilidad. Más técnicas. Más. Más.
Más.