27/02/2018, 23:50
La voz del recién llegado sacó a Akame de su trance. Inmerso en sus propios pensamientos, tratando de controlar el ritmo de su respiración y la fuerza que empleaban sus músculos en cada golpe, el Uchiha chasqueó la lengua con molestia al ser interrumpido. Bajó los brazos —que en ese momento formaban una característica postura de combate, la previa a darle a alguien un puñetazo en todo el hocico— y se volteó con rapidez.
Sin embargo, aquel sentimiento de contrariedad desapareció en cuanto se dio cuenta de quién era el shinobi que acababa de ingresar en la sala de entrenamiento. Nada y más y nada menos que...
—¡Inoue Keisuke-san! —exclamó Akame con una sonrisa—. Vaya vaya, hace ya un tiempo que nos vimos por última vez. Feliz Año Nuevo y todo eso.
El Uchiha acompañó sus palabras de felicitación con una ligera reverencia. La última vez que había coincidido con aquel amejin había sido en Taikarune, muy al Sureste de donde estaban ahora, tras aceptar un encargo poco ortodoxo de un cliente misterioso. Todo el asunto se había torcido en algún punto y, aunque el Uchiha sabía que habían obrado bien —salvando la vida de un hombre— el sentimiento agridulce de una misión, aunque extraoficial, fallida no se le quitaba cada vez que pensaba en ello.
—Claro, cómo no —replicó luego, aludiendo a la petición del amejin de entrenar—. Me vendría bien tener un compañero de entrenamiento. Además, dicen que este lugar es indestructible... Por muy potente que sea el jutsu que utilices, no causarás ni un rasguño a la estructura de la Torre.
Sin embargo, aquel sentimiento de contrariedad desapareció en cuanto se dio cuenta de quién era el shinobi que acababa de ingresar en la sala de entrenamiento. Nada y más y nada menos que...
—¡Inoue Keisuke-san! —exclamó Akame con una sonrisa—. Vaya vaya, hace ya un tiempo que nos vimos por última vez. Feliz Año Nuevo y todo eso.
El Uchiha acompañó sus palabras de felicitación con una ligera reverencia. La última vez que había coincidido con aquel amejin había sido en Taikarune, muy al Sureste de donde estaban ahora, tras aceptar un encargo poco ortodoxo de un cliente misterioso. Todo el asunto se había torcido en algún punto y, aunque el Uchiha sabía que habían obrado bien —salvando la vida de un hombre— el sentimiento agridulce de una misión, aunque extraoficial, fallida no se le quitaba cada vez que pensaba en ello.
—Claro, cómo no —replicó luego, aludiendo a la petición del amejin de entrenar—. Me vendría bien tener un compañero de entrenamiento. Además, dicen que este lugar es indestructible... Por muy potente que sea el jutsu que utilices, no causarás ni un rasguño a la estructura de la Torre.