2/03/2018, 02:45
—Te veo apagado, Kaido —si hubiera tenido las manos libres y menos olorosas, se habría destrozado la nariz con lo fuerte que tendría que haber sido aquel facepalm. El gyojin cogió un color morado y viró a todos lados con premura, esperando que alguien le hubiera escuchado—. Vamos, ven.
No debía haberle seguido, perlo lamentablemente; lo hizo.
Y lo que pasó ahí adentro le detonó la cabeza, destruyéndole todas sus maquinaciones. La bolsa con el polvo blanco, las líneas que fueron preparadas con la pericia de un digno esnifador. Incluso la complicidad de Reon para con Kano —a pesar de haberlo atacado moral y verbalmente frente a Jitsuna esa mañana— que ahora velaban por recobrar el ímpetu con la coca.
Vio acercarse el billete, y miró fijamente al viejo.
Con que ésta es la mierda que escondes en esa puta caja fuerte, ¿verdad, hijo de la gran puta?» —meditó, indudablemente mosqueado. ¿En qué clase de andanzas estaba metido Kano?
—No, gracias. No sabéis lo que puede causar un pase en un tipo como yo —tampoco tenía idea, por más que conociese qué clase de droga era, o cómo lucía. Tenía que dar las gracias a las calles de Shinogi-To, y a los cientos de cocainómanos que las transitaban durante la noche—. no os atragantéis, dejad un poquito para la fiesta de esta noche.
Complicidad. La complicidad era la respuesta para todo, al menos en esa ocasión. Jugar a los esquivos y aparentar estar del lado correcto, muy a pesar de que su trabajo era ver y analizar todo desde arriba.
Se dio la vuelta con una flagrante sonrisa y les guiñó el ojo. Un guiñe que se traducía en estas cosas van mejor con una cerveza en una mano, y una teta en la otra. Dejó la carne para cocinar y volvió a sus deberes, para pensar en qué diablos iba a hacer después.
No debía haberle seguido, perlo lamentablemente; lo hizo.
Y lo que pasó ahí adentro le detonó la cabeza, destruyéndole todas sus maquinaciones. La bolsa con el polvo blanco, las líneas que fueron preparadas con la pericia de un digno esnifador. Incluso la complicidad de Reon para con Kano —a pesar de haberlo atacado moral y verbalmente frente a Jitsuna esa mañana— que ahora velaban por recobrar el ímpetu con la coca.
Vio acercarse el billete, y miró fijamente al viejo.
Con que ésta es la mierda que escondes en esa puta caja fuerte, ¿verdad, hijo de la gran puta?» —meditó, indudablemente mosqueado. ¿En qué clase de andanzas estaba metido Kano?
—No, gracias. No sabéis lo que puede causar un pase en un tipo como yo —tampoco tenía idea, por más que conociese qué clase de droga era, o cómo lucía. Tenía que dar las gracias a las calles de Shinogi-To, y a los cientos de cocainómanos que las transitaban durante la noche—. no os atragantéis, dejad un poquito para la fiesta de esta noche.
Complicidad. La complicidad era la respuesta para todo, al menos en esa ocasión. Jugar a los esquivos y aparentar estar del lado correcto, muy a pesar de que su trabajo era ver y analizar todo desde arriba.
Se dio la vuelta con una flagrante sonrisa y les guiñó el ojo. Un guiñe que se traducía en estas cosas van mejor con una cerveza en una mano, y una teta en la otra. Dejó la carne para cocinar y volvió a sus deberes, para pensar en qué diablos iba a hacer después.