5/03/2018, 14:42
(Última modificación: 5/03/2018, 14:43 por Amedama Daruu.)
El recepcionista asintió con mirada triste y frunciendo los labios, y volvió a su trabajo con los papeles. Reika emprendió el camino hacia la habitación de hospital de Dandan Ryuu.
O más bien el ascenso. Como pronto se hizo evidente, la habitación 428 tenía una identificación demasiado alta como para encontrarse en la planta baja. Tras cerciorarse de que en cada piso debían haber unas 50 habitaciones, calculó rápidamente que la del viejo debía hallarse en el noveno piso. Aún así, tuvo que subir otro más tras darse cuenta de que se había quedado corta.
Giró el picaporte.
La estampa era deprimente, de eso no había duda alguna. A Reika el viejo Dandan Ryuu ya le había parecido un vidrio resquebrajado a punto de caerse y partirse en pedazos cuando lo había visto por primera vez, en su tienda de armas. Pero así, postrado en la camilla, los ojos cerrados, la boca abierta y con un tubo que le suministraba oxígeno cruzándole el bigote y metiéndosele en la nariz, parecía que ya tenía el pie en el otro barrio.
—S-siempre se ha p-p-portado muy bien conmigo —El ayudante de su tienda, de pie junto a él y sujetándole la mano, lloraba lágrimas amargas—. N-n-no tengo f-familia y-y-ya, pero él ha s-si-sido como mi segundo padre.
»M-m-me dio t-t-trabajo y un b-b-b-buen amigo. M-m-me pagaba muchísimo m-más de lo que m-me merecía y p-p-perdonaba todos mis errores. Y s-s-s-se va a ir sin v-v-ver la espada de su f-f-familia arreglada.
»D-d-de todas m-maneras, g-gracias por tu t-trabajo, k-kunoichi-san.
Pero el viejo Ryuu movió el brazo y extendió la palma de la mano hacia ella. Su ayudante dio un respingo.
—¡R-Ryuu-dono!
—La... espada... kunoichi... Dame a... Escarlata...
O más bien el ascenso. Como pronto se hizo evidente, la habitación 428 tenía una identificación demasiado alta como para encontrarse en la planta baja. Tras cerciorarse de que en cada piso debían haber unas 50 habitaciones, calculó rápidamente que la del viejo debía hallarse en el noveno piso. Aún así, tuvo que subir otro más tras darse cuenta de que se había quedado corta.
Giró el picaporte.
La estampa era deprimente, de eso no había duda alguna. A Reika el viejo Dandan Ryuu ya le había parecido un vidrio resquebrajado a punto de caerse y partirse en pedazos cuando lo había visto por primera vez, en su tienda de armas. Pero así, postrado en la camilla, los ojos cerrados, la boca abierta y con un tubo que le suministraba oxígeno cruzándole el bigote y metiéndosele en la nariz, parecía que ya tenía el pie en el otro barrio.
—S-siempre se ha p-p-portado muy bien conmigo —El ayudante de su tienda, de pie junto a él y sujetándole la mano, lloraba lágrimas amargas—. N-n-no tengo f-familia y-y-ya, pero él ha s-si-sido como mi segundo padre.
»M-m-me dio t-t-trabajo y un b-b-b-buen amigo. M-m-me pagaba muchísimo m-más de lo que m-me merecía y p-p-perdonaba todos mis errores. Y s-s-s-se va a ir sin v-v-ver la espada de su f-f-familia arreglada.
»D-d-de todas m-maneras, g-gracias por tu t-trabajo, k-kunoichi-san.
Pero el viejo Ryuu movió el brazo y extendió la palma de la mano hacia ella. Su ayudante dio un respingo.
—¡R-Ryuu-dono!
—La... espada... kunoichi... Dame a... Escarlata...