14/03/2018, 01:45
—¿Tú qué quieres para comer?
—Una cazuela de mariscos —dijo, evidentemente cansado. Entre tanto, se masajeaba el rostro con las manos y pegó un par de bostezos antes de que Kano le reventara los tímpanos pidiéndole que le echara una mano. Miró a Reon y sonrió—. no me juzgues, ésto no puede considerarse canibalismo.
Dicho lo dicho, se levantó y siguió a Kano hasta la encerrona de las habitaciones, donde el regente de Baratie le increpó sobre los avances de la investigación.
—Oh sí, claro que hay un avance. Uno bien gordo. ¡Porque ahora resulta! que me encuentro con una familia de chiflados donde todos parecen odiarse los unos a los otros y que apenas pueden compartir un desayuno sin poner malas caras. Además, ahora resulta que el regente de Baratie es un jodido cocainómano y quién sabe en dónde coño ha de conseguir esa mierda blanca que se mete hasta los sesos, o con qué tipo de gente se involucra para hacerlo —El gyojin estaba molesto. Porque mientras siguieran mintiéndole a la cara, más difícil sería entender la situación y unir los puntos correctamente. Porque ahora mismo, el ladrón podría ser cualquiera de los presentes, o peor aún, cualquiera de sus conocidos—. Entonces sí, Kano-san. Estamos avanzando. Avanzando hacia el punto límite en el que me va a explotar la puta cabeza y voy a empezar a dar de hostias a todo Dios para que me escupan las verdades. Y con todo el respeto del mundo, voy a tener que empezar por usted.
Bufó, y miró a los lados, ocupándose de no hablar muy alto. Luego le señaló el cogote a Kano.
»Eso es lo que guarda en la caja fuerte, ¿verdad? ¿la jodida nieve?
La vena de su frente tiritaba como si fuese a reventar en cualquier momento.
—Una cazuela de mariscos —dijo, evidentemente cansado. Entre tanto, se masajeaba el rostro con las manos y pegó un par de bostezos antes de que Kano le reventara los tímpanos pidiéndole que le echara una mano. Miró a Reon y sonrió—. no me juzgues, ésto no puede considerarse canibalismo.
Dicho lo dicho, se levantó y siguió a Kano hasta la encerrona de las habitaciones, donde el regente de Baratie le increpó sobre los avances de la investigación.
—Oh sí, claro que hay un avance. Uno bien gordo. ¡Porque ahora resulta! que me encuentro con una familia de chiflados donde todos parecen odiarse los unos a los otros y que apenas pueden compartir un desayuno sin poner malas caras. Además, ahora resulta que el regente de Baratie es un jodido cocainómano y quién sabe en dónde coño ha de conseguir esa mierda blanca que se mete hasta los sesos, o con qué tipo de gente se involucra para hacerlo —El gyojin estaba molesto. Porque mientras siguieran mintiéndole a la cara, más difícil sería entender la situación y unir los puntos correctamente. Porque ahora mismo, el ladrón podría ser cualquiera de los presentes, o peor aún, cualquiera de sus conocidos—. Entonces sí, Kano-san. Estamos avanzando. Avanzando hacia el punto límite en el que me va a explotar la puta cabeza y voy a empezar a dar de hostias a todo Dios para que me escupan las verdades. Y con todo el respeto del mundo, voy a tener que empezar por usted.
Bufó, y miró a los lados, ocupándose de no hablar muy alto. Luego le señaló el cogote a Kano.
»Eso es lo que guarda en la caja fuerte, ¿verdad? ¿la jodida nieve?
La vena de su frente tiritaba como si fuese a reventar en cualquier momento.