6/04/2018, 23:57
Trabajando en equipo ambos genin consiguieron levantar la cabeza del oso para dejarla a un lado.
—Gracias, Daigo —dijo Juro.
—No hay de qué —respondió Daigo sonriente y se apartó para situarse al lado de su compañero.
Juro se levantó.
—Encantado. Yo soy Eikyu Juro. Con Juro vale. Imagino que eres el cazador del que el señor Rushi-san hablaba en la petición de misión.
—¿Rushi-san? Ah, Zanahorio. Sí, ya.
De pronto el ambiente se tornó un poco más sombrío, como si las palabras de Juro hubieran presionado un interruptor en aquel hombre que apagaba toda al emoción que sentía hace unos momentos.
— Tienes razón, será mejor que os cuente la historia. Sentaos. —dijo el cazador y se sentó en el sitio.
Daigo miró a Juro, confundido, pues parecía que el cazador pretendía que ellos dos hicieran lo mismo.
"Parece que va a decir algo importante. Supongo que no pasará nada por sentarme aquí un rato." Pensó mientras se sentaba en seiza frente a Jin.
—Hace años, yo tenía una casa de bambú, es decir, ¿habéis visto esto? Todo es bambú. La gente de los alrededores se fabrica todas sus herramientas de primera necesidad de bambú. Ropa interior de bambú, muebles de bambú, vajilla de bambú, ¡todo bambú! Yo no era diferente. Era un carpintero de bambú conocido y respetado. Mis diseños eran conocidos y codiciados por coleccionistas y no coleccionistas. Hasta que los malditos osos atacaron.
Daigo escuchaba con atención todo lo que el afligido hombre les contaba intentando no dejar escapar un solo detalle.
—Veréis, mis creaciones no solo tenían un diseño innovador y revolucionario, sino que además las barnizaba con una mezcla especial mía. Y maldita la hora en la que hice ese barniz. Un puto oso decidió probar uno de mis muebles que yo había dejado secándose y le encantó. El día siguiente se trajo a su familia y me desperté sin media casa. De eso hace un año ya.
El chico no pudo evitar llevarse una mano a la boca al imaginarse como continuaba la historia.
—¡Y avisé a los aldeanos! ¿Y qué hicieron? ¡Nada! Deshacerse de mis muebles y pensar que ahí acababa el problema. Poco a poco se fueron comiendo todo lo que yo había creado, cada vez se volvían más adictos y salvajes, pero esos imbéciles seguían echándoles comida. ¿Qué acabó pasando? Que al final se pensaron que guardaban más muebles deliciosos y entraron a la aldea a comérselo todo con un frenesí descontrolado. Por suerte, yo estaba allí para detenerles.
Ahora el tono de Jin había cambiado, reemplazando por completo la tristeza que demostraba hacía unos instantes por ira, la ira de un hombre que lo había perdido todo ante unos osos panda.
—Eso fue hace tiempo, desde entonces intento dar caza al resto de la familia, sin embargo, cada vez se vuelven más peligrosos y yo solo no doy a vasto. El plan es encontrar a la osa madre, acabar con ella y esperar que los retoños no se vuelvan tan locos.
Luego de acabar con su historia el hombre se levantó de un salto mientras Daigo lo miraba con algo de sorpresa. No podía creer la velocidad con la que Jin se había recuperado de todas esas emociones.
¿O quizá era que las utilizaba para impulsarse?
—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Daigo se quedó mirando a aquel hombre atónito, simplemente no sabía como responderle.
¡Ha estado peleando solo contra los panda durante un año!
El chico se levantó de golpe y se golpeó el pecho con la palma derecha.
—¡No se preocupe, Jin-sensei, nosotros le ayudaremos!
—Gracias, Daigo —dijo Juro.
—No hay de qué —respondió Daigo sonriente y se apartó para situarse al lado de su compañero.
Juro se levantó.
—Encantado. Yo soy Eikyu Juro. Con Juro vale. Imagino que eres el cazador del que el señor Rushi-san hablaba en la petición de misión.
—¿Rushi-san? Ah, Zanahorio. Sí, ya.
De pronto el ambiente se tornó un poco más sombrío, como si las palabras de Juro hubieran presionado un interruptor en aquel hombre que apagaba toda al emoción que sentía hace unos momentos.
— Tienes razón, será mejor que os cuente la historia. Sentaos. —dijo el cazador y se sentó en el sitio.
Daigo miró a Juro, confundido, pues parecía que el cazador pretendía que ellos dos hicieran lo mismo.
"Parece que va a decir algo importante. Supongo que no pasará nada por sentarme aquí un rato." Pensó mientras se sentaba en seiza frente a Jin.
—Hace años, yo tenía una casa de bambú, es decir, ¿habéis visto esto? Todo es bambú. La gente de los alrededores se fabrica todas sus herramientas de primera necesidad de bambú. Ropa interior de bambú, muebles de bambú, vajilla de bambú, ¡todo bambú! Yo no era diferente. Era un carpintero de bambú conocido y respetado. Mis diseños eran conocidos y codiciados por coleccionistas y no coleccionistas. Hasta que los malditos osos atacaron.
Daigo escuchaba con atención todo lo que el afligido hombre les contaba intentando no dejar escapar un solo detalle.
—Veréis, mis creaciones no solo tenían un diseño innovador y revolucionario, sino que además las barnizaba con una mezcla especial mía. Y maldita la hora en la que hice ese barniz. Un puto oso decidió probar uno de mis muebles que yo había dejado secándose y le encantó. El día siguiente se trajo a su familia y me desperté sin media casa. De eso hace un año ya.
El chico no pudo evitar llevarse una mano a la boca al imaginarse como continuaba la historia.
—¡Y avisé a los aldeanos! ¿Y qué hicieron? ¡Nada! Deshacerse de mis muebles y pensar que ahí acababa el problema. Poco a poco se fueron comiendo todo lo que yo había creado, cada vez se volvían más adictos y salvajes, pero esos imbéciles seguían echándoles comida. ¿Qué acabó pasando? Que al final se pensaron que guardaban más muebles deliciosos y entraron a la aldea a comérselo todo con un frenesí descontrolado. Por suerte, yo estaba allí para detenerles.
Ahora el tono de Jin había cambiado, reemplazando por completo la tristeza que demostraba hacía unos instantes por ira, la ira de un hombre que lo había perdido todo ante unos osos panda.
—Eso fue hace tiempo, desde entonces intento dar caza al resto de la familia, sin embargo, cada vez se vuelven más peligrosos y yo solo no doy a vasto. El plan es encontrar a la osa madre, acabar con ella y esperar que los retoños no se vuelvan tan locos.
Luego de acabar con su historia el hombre se levantó de un salto mientras Daigo lo miraba con algo de sorpresa. No podía creer la velocidad con la que Jin se había recuperado de todas esas emociones.
¿O quizá era que las utilizaba para impulsarse?
—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Daigo se quedó mirando a aquel hombre atónito, simplemente no sabía como responderle.
¡Ha estado peleando solo contra los panda durante un año!
El chico se levantó de golpe y se golpeó el pecho con la palma derecha.
—¡No se preocupe, Jin-sensei, nosotros le ayudaremos!
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.