13/04/2018, 16:19
(Última modificación: 13/04/2018, 16:22 por Uchiha Akame.)
Akame rió otra vez. Sus carcajadas sonaban sinceras, carentes de malicia.
—Mi punto de vista —respondió—. Puedes creer eso si quieres, Keisuke-san, pero estoy seguro de que dentro de ti sabes que mis palabras enuncian la verdad.
Sacó otro cigarro, se lo puso en los labios y lo encendió de forma idéntica al anterior.
—"El respeto se gana", sí, me gustaría verte diciéndole eso a la Arashikage —el Uchiha rió otra vez—. O al Daimyō del País de la Tormenta. O a cualquier otra persona poderosa en Oonindo. Lástima que sólo tuviste ocasión de hacerlo con tu camarada recién ascendido, ¿eh? —añadió el uzujin, con una sonrisa maliciosa.
Fumó una calada mientras desviaba su mirada al cielo, azul y sin nubes. Ya debía ser casi mediodía. Luego dejó ir el humo.
—¿Alguna vez has estado en los Arrozales del Silencio? —preguntó de forma casual—. ¿Has visto a la gente que trabaja allí? Todos esos campesinos de ropas viejas y raídas, que se pasan horas y horas al día encorvando la espalda... Esa gente no ha recibido respeto por parte de su señor ni un sólo día de sus miserables vidas. Pero gracias a ti, ¡coño, están de suerte! —exclamó de repente—. ¡Ya nunca más tendrán que someterse a su Daimyō! ¡Se acabaron las largas y extenuantes jornadas al Sol!
Akame rió.
—No seas infantil, Keisuke-san. El mundo no es un cuento de héroes y villanos, donde el amor siempre triunfa y no hay nada más poderoso que la amistad. No funciona así —aseveró el genin, tocándose la sien derecha con el dedo índice—. El pez grande se come al pequeño. No importa lo que pienses, si no muestras respeto a quien es superior a ti acabarás con el culo partido en cuatro.
»Como ese tal "C".
—Mi punto de vista —respondió—. Puedes creer eso si quieres, Keisuke-san, pero estoy seguro de que dentro de ti sabes que mis palabras enuncian la verdad.
Sacó otro cigarro, se lo puso en los labios y lo encendió de forma idéntica al anterior.
—"El respeto se gana", sí, me gustaría verte diciéndole eso a la Arashikage —el Uchiha rió otra vez—. O al Daimyō del País de la Tormenta. O a cualquier otra persona poderosa en Oonindo. Lástima que sólo tuviste ocasión de hacerlo con tu camarada recién ascendido, ¿eh? —añadió el uzujin, con una sonrisa maliciosa.
Fumó una calada mientras desviaba su mirada al cielo, azul y sin nubes. Ya debía ser casi mediodía. Luego dejó ir el humo.
—¿Alguna vez has estado en los Arrozales del Silencio? —preguntó de forma casual—. ¿Has visto a la gente que trabaja allí? Todos esos campesinos de ropas viejas y raídas, que se pasan horas y horas al día encorvando la espalda... Esa gente no ha recibido respeto por parte de su señor ni un sólo día de sus miserables vidas. Pero gracias a ti, ¡coño, están de suerte! —exclamó de repente—. ¡Ya nunca más tendrán que someterse a su Daimyō! ¡Se acabaron las largas y extenuantes jornadas al Sol!
Akame rió.
—No seas infantil, Keisuke-san. El mundo no es un cuento de héroes y villanos, donde el amor siempre triunfa y no hay nada más poderoso que la amistad. No funciona así —aseveró el genin, tocándose la sien derecha con el dedo índice—. El pez grande se come al pequeño. No importa lo que pienses, si no muestras respeto a quien es superior a ti acabarás con el culo partido en cuatro.
»Como ese tal "C".