15/04/2018, 16:12
Apenas debía de ser mediodía cuando Nande puso por fin el primer pie en la pintoresca Taikarune, internándose bajo la agradable sombra que proyectaba aquel enorme arco que se elevaba sobre la villa. Era la primera vez que el chico se internaba tanto en el país del fuego suelo, al igual que la primera ocasión en la que sus ojos contemplaban aquel lugar. Y la verdad es que tenía su encanto, no era muy diferente a Uzushiogakure salvando las distancias pero el estilo arquitectónico tenía algo familiar para él. Quizás fuese la madera o las formas de las construcciones, que aunque con tejados más pronunciados, guardaban cierto parecido con los de su villa de procedencia. Lo cierto es que tampoco era algo tan disparatado, según tenía entendido en un pasado remoto ambos territorios estuvieron fuertemente ligados por relaciones comerciales y militares.
El chico de ojos azules paseaba su mirada de un lugar a otro, la villa era bastante bulliciosa a pesar de que su tamaño no era excesivamente grande. En los márgenes de la calle principal, por la que transitaba en aquel momento Nande, aparecían de vez en cuando algún que otro puesto callejero apenas compuesto por un par de maderos, telas y unas tablas, a veces simplemente telas en el suelo y otras tiendas con su propio local en un edificio. La oferta era bastante variada, aunque nada que ver con la de las grandes ciudades pero aún así había productos de todo tipo, incluso algunos que no había visto en su vida.
Sin embargo, el joven no se detuvo en ninguno de ellos puesto que estaba ansioso por llegar hasta el museo de armamento del lugar, ubicado en un viejo castillo sobre el arco que proyectaba su larga sombra sobre la ciudad. Nande había escuchado que poseía una formidable colección de armamento antiguo, lo que le venía que ni pintado para tomar referencias a la hora de desarrollar armamento para sus queridas marionetas, las cuales llevaba selladas en un pequeño pergamino que guardaba con sumo cuidado en su portaobjetos.
Nande caminaba con rapidez, o al menos con toda la que podía puesto que su escasa altura le hacia difícil caminar entre tanta gente. Los viandantes distraídos apenas reparaban en él y se veía obligado a serpentear entre ellos para no ser arrollado.
—Perdón— iba repitiendo aquí y allá más para hacerse notar que para disculparte, aún así sus modales le impedían expresar su exasperación por vivir al limite del atropello permanentemente
El chico de ojos azules paseaba su mirada de un lugar a otro, la villa era bastante bulliciosa a pesar de que su tamaño no era excesivamente grande. En los márgenes de la calle principal, por la que transitaba en aquel momento Nande, aparecían de vez en cuando algún que otro puesto callejero apenas compuesto por un par de maderos, telas y unas tablas, a veces simplemente telas en el suelo y otras tiendas con su propio local en un edificio. La oferta era bastante variada, aunque nada que ver con la de las grandes ciudades pero aún así había productos de todo tipo, incluso algunos que no había visto en su vida.
Sin embargo, el joven no se detuvo en ninguno de ellos puesto que estaba ansioso por llegar hasta el museo de armamento del lugar, ubicado en un viejo castillo sobre el arco que proyectaba su larga sombra sobre la ciudad. Nande había escuchado que poseía una formidable colección de armamento antiguo, lo que le venía que ni pintado para tomar referencias a la hora de desarrollar armamento para sus queridas marionetas, las cuales llevaba selladas en un pequeño pergamino que guardaba con sumo cuidado en su portaobjetos.
Nande caminaba con rapidez, o al menos con toda la que podía puesto que su escasa altura le hacia difícil caminar entre tanta gente. Los viandantes distraídos apenas reparaban en él y se veía obligado a serpentear entre ellos para no ser arrollado.
—Perdón— iba repitiendo aquí y allá más para hacerse notar que para disculparte, aún así sus modales le impedían expresar su exasperación por vivir al limite del atropello permanentemente