15/04/2018, 16:53
Hacía un par de días que el joven shinobi había abandonado por primera Uzushiogakure totalmente solo, con dirección a Taikarune para visitar el museo de la pequeña villa de artesanos. Así que tras pasar por los Herreros, decidió desviarse un poco hacia el norte para pasar por el conocido Lago de Shiona para presentar sus respetos tal y como le había pedido su abuelo.
Llevaba ya unas cuantas horas caminando a través del bosque y la verdad es que lo agradecía, no era lo mismo estar cobijado por la suave sombre proyectada por las ramas de aquellos enormes y frondosos árboles que caminar a través de la eterna planicie bajo un sol de justicia. Y eso que no lo llevaba tan mal como se había imaginado en un principio, puesto que el pequeño estaba mal acostumbrado a viajar siempre en un cómodo carruaje y eso le hizo pensar que su primer viaje de larga distancia se le podía hacer bastante cuesta arriba.
Poco a poco el bosque pareció aclararse casi súbitamente, como si parte de aquel forraje hubiese sido arrancado abruptamente y de hecho podía ver trozos de árboles, troncos y ramajes diseminados aún por algunas zonas a pesar de que parecía que el lugar había sido trabajado por la mano del hombre. Frente a él apareció el impresionante lago que ahora anegaba las tierras en las que antaño estuvo una de esas aldeas cuyo nombre suena ya a leyenda: Konoha
Y sobre una antigua leyenda, se erigía ahora otra aunque más reciente. En mitad del lago pudo divisar el islote donde se encontraba la estatua a la difunta uzukage, un puente de madera llevaba hasta ella (así que ahí han debido ir a parar muchos de los árboles que fueron arrancados por la explosión que conformó ese lago) dedujo el pequeño marionetista mientras se alejaba poco a poco del linde del bosque en dirección a la orilla de lago, concretamente hasta la zona donde daba comienzo el puente
Llevaba ya unas cuantas horas caminando a través del bosque y la verdad es que lo agradecía, no era lo mismo estar cobijado por la suave sombre proyectada por las ramas de aquellos enormes y frondosos árboles que caminar a través de la eterna planicie bajo un sol de justicia. Y eso que no lo llevaba tan mal como se había imaginado en un principio, puesto que el pequeño estaba mal acostumbrado a viajar siempre en un cómodo carruaje y eso le hizo pensar que su primer viaje de larga distancia se le podía hacer bastante cuesta arriba.
Poco a poco el bosque pareció aclararse casi súbitamente, como si parte de aquel forraje hubiese sido arrancado abruptamente y de hecho podía ver trozos de árboles, troncos y ramajes diseminados aún por algunas zonas a pesar de que parecía que el lugar había sido trabajado por la mano del hombre. Frente a él apareció el impresionante lago que ahora anegaba las tierras en las que antaño estuvo una de esas aldeas cuyo nombre suena ya a leyenda: Konoha
Y sobre una antigua leyenda, se erigía ahora otra aunque más reciente. En mitad del lago pudo divisar el islote donde se encontraba la estatua a la difunta uzukage, un puente de madera llevaba hasta ella (así que ahí han debido ir a parar muchos de los árboles que fueron arrancados por la explosión que conformó ese lago) dedujo el pequeño marionetista mientras se alejaba poco a poco del linde del bosque en dirección a la orilla de lago, concretamente hasta la zona donde daba comienzo el puente