17/04/2018, 23:53
Después de que el castaño llamara a la puerta, casi al instante se abrió una rendija a través de la cuál se vieron dos ojos penetrantes: uno de color azabache y el otro de tamaño extrañamente anormal, de un color amarillento. La persona a al cuál pertenecía aquella mirada observó a aquellos que con tanta insistencia habían acudido a su negocio, escanéandolos de arriba para abajo.
—Pueden pasar, pero deja a ese perro atrás en el establo con los demás animales—. La voz era ronca, pero tenía algo de dulzor en su tono. En ese momento Kagetsuna no era capaz de distinguir si era de hombre o mujer. —No quiero que haga un chiquero en mi piso— añadió quién fuera que estuviese del otro lado.
—Uhhh...— El de cabellos bicolor no tenía nada que opinar al respecto, pero si aquel animal era tan imprescindible para el shinobi de Uzushio no sabía si iba a aceptar esas condiciones.
—Pueden pasar, pero deja a ese perro atrás en el establo con los demás animales—. La voz era ronca, pero tenía algo de dulzor en su tono. En ese momento Kagetsuna no era capaz de distinguir si era de hombre o mujer. —No quiero que haga un chiquero en mi piso— añadió quién fuera que estuviese del otro lado.
—Uhhh...— El de cabellos bicolor no tenía nada que opinar al respecto, pero si aquel animal era tan imprescindible para el shinobi de Uzushio no sabía si iba a aceptar esas condiciones.