18/04/2018, 02:07
La papada de Shenfu Kano bailaba de un lado a otro como una hoja a la deriva. Luego, se puso roja y dura, como todo en su rostro, cuando Kaido tuvo a bien revelarle la triste realidad: Yoku Reon le vacilaba a sus espaldas.
—¿¡Cómo dices!? —rugió, cuando el shinobi le dijo que solo era el jefe pródigo cuando compartía su polvo mágico con Reon. Ya había escuchado suficiente—. ¡Ese malparido! ¡Se va a enterar de quién es Shenfu Kano! —estalló, sin dejar terminar a Kaido, con un vozarrón tan potente que vibró en todos y cada uno de los tablones de madera del barco.
Como un búfalo en estampida, apartó a Kaido con el hombro y abrió la puerta que daba al gran comedor de un golpetazo.
—¡REON! –rugió, con las venas del cuello a punto de estallarle—. ¡Después de todo lo que te di! ¡De todo lo que te enseñé! ¿¡Así es cómo me lo pagas!? —Yoku Reon se mostró confuso y sorprendido. Entreabrió la boca y frunció el ceño, como si le hubiesen pillado con el pie totalmente cambiado—. ¿¡Hablando mal de mí a mis espaldas!?
Yoku Reon frunció todavía más el ceño.
—Quién coño te ha… —Desvió la mirada hacia Kaido, y un brillo iluminó su mirada—. ¡¿Has sido tú, bocachancla?! ¡Contesta!
El trío de mujeres, tanto o más sorprendidas que el propio Reon por el giro de acontecimientos, se habían quedado petrificadas en su sitio, sin saber qué decir o hacer.
—¿¡Cómo dices!? —rugió, cuando el shinobi le dijo que solo era el jefe pródigo cuando compartía su polvo mágico con Reon. Ya había escuchado suficiente—. ¡Ese malparido! ¡Se va a enterar de quién es Shenfu Kano! —estalló, sin dejar terminar a Kaido, con un vozarrón tan potente que vibró en todos y cada uno de los tablones de madera del barco.
Como un búfalo en estampida, apartó a Kaido con el hombro y abrió la puerta que daba al gran comedor de un golpetazo.
—¡REON! –rugió, con las venas del cuello a punto de estallarle—. ¡Después de todo lo que te di! ¡De todo lo que te enseñé! ¿¡Así es cómo me lo pagas!? —Yoku Reon se mostró confuso y sorprendido. Entreabrió la boca y frunció el ceño, como si le hubiesen pillado con el pie totalmente cambiado—. ¿¡Hablando mal de mí a mis espaldas!?
Yoku Reon frunció todavía más el ceño.
—Quién coño te ha… —Desvió la mirada hacia Kaido, y un brillo iluminó su mirada—. ¡¿Has sido tú, bocachancla?! ¡Contesta!
El trío de mujeres, tanto o más sorprendidas que el propio Reon por el giro de acontecimientos, se habían quedado petrificadas en su sitio, sin saber qué decir o hacer.