19/04/2018, 21:27
Akame era consciente de que aquel muchacho necesitaba todavía mucho entrenamiento —especialmente después de comprobar su paupérrima potencia física—, pero aun así la pronta rendición de Keisuke le sorprendió. El muchacho había caído derribado con un corte largo en el pecho, la cara quemada por las cenizas y el cuerpo dolorido antes de vociferar para que se detuviera el combate.
«¿Qué demonios...? ¿Tal vez me excedí?», pensó el Uchiha desde su posición, todavía con el ninjatō en ristre. Por un momento se temió que aquello fuese una jugarreta del médico para ganarle la ventaja en el combate, pero pronto quedó claro que de verdad no quería continuar.
—No soy ningún aficionado, Keisuke-san. Cada uno de mis ataques está medido y calculado... Nunca te mataría —aseguró el uzujin con una sonrisa benevolente, algo siniestra también—. ¿Eso es un jutsu tuyo?
La mano derecha del amejin acababa de recubrirse de un fulgor verdoso —chakra, pudo distinguir Akame gracias a su Sharingan— que interactuaba con su herida en el pecho. «Una técnica de curación, imagino».
—Es bastante interesante... Y no te preocupes por la tos y la quemazón, se te pasará en breve.
Akame, por su parte, envainó su espada y volvió al tronco del árbol junto al que reposaba su mochila. Sacó una cantimplora llena de agua fresca y le dio varios largos tragos. Luego se la ofreció a Keisuke.
—¿Agua?
«¿Qué demonios...? ¿Tal vez me excedí?», pensó el Uchiha desde su posición, todavía con el ninjatō en ristre. Por un momento se temió que aquello fuese una jugarreta del médico para ganarle la ventaja en el combate, pero pronto quedó claro que de verdad no quería continuar.
—No soy ningún aficionado, Keisuke-san. Cada uno de mis ataques está medido y calculado... Nunca te mataría —aseguró el uzujin con una sonrisa benevolente, algo siniestra también—. ¿Eso es un jutsu tuyo?
La mano derecha del amejin acababa de recubrirse de un fulgor verdoso —chakra, pudo distinguir Akame gracias a su Sharingan— que interactuaba con su herida en el pecho. «Una técnica de curación, imagino».
—Es bastante interesante... Y no te preocupes por la tos y la quemazón, se te pasará en breve.
Akame, por su parte, envainó su espada y volvió al tronco del árbol junto al que reposaba su mochila. Sacó una cantimplora llena de agua fresca y le dio varios largos tragos. Luego se la ofreció a Keisuke.
—¿Agua?