21/04/2018, 01:37
Después de unos cuántos días de viaje, por fin había llegado a mi destino, la tierra en donde las termas son el principal atractivo turístico, un lugar en donde uno viene por ocio, a relajarse y a olvidarse de la rutina diaria, a olvidarse de todo aquello lo malo que había ocurrido. Efectivamente era unos merecidos días de vacaciones, vacaciones para mi solo, sin Hazegawa, sin preocupaciones, sin estrés y sin... lluvia.
El sol se alzaba imponente y por si fuera poco la humedad del ambiente avivaba aún más el calor del lugar, al observar las tuberías por las calle pude familiarizarme un poco puesto que en las calles de Amegakure era similar, solo que con un clima totalmente opuesto; aquella sombrilla que me protegía de los rayos ultravioleta no lograba proteger mi cuerpo de la deshidratación, estaba sudando, sudando como sí todo el agua de mi cuerpo se quisiera marchar y sin intención de retornar.
Lo más lógico fue hacer lo que hice, buscar un lugar, una tienda que tenía un gran aviso de raspados en la cual entré, el interior no era muy grande, tenía de frente el mostrador y un par de sillas y barras para su clientela.
—Acaba de llegar, ¿no?— Me abordó una señora de unos sesenta y tantos, o eso le calculaba yo, desde el mostrador, ella se refrescaba con un abanico; y aunque en el interior no hacía tanto calor, no era mucho más fresco que afuera.
Miré rápidamente a mi interlocutor y entonces asentí con la cabeza, me acerqué a la vitrina y vi que exponían una gran cantidad de sabores.
—Bienvenido sea, ¿qué sabor desea?— Preguntó mientras me acercaba una carta en la cual se mostraban más sabores que no estaban en la exhibición.
—Muchas gracias, me da por favor un frappe grande de mora, la medida más grande que tenga.— Solicité y sonreí. —¿Dónde podría comprar un abanico de eso que tiene?— Cuestioné en vista de que podría serme útil para el resto de mi estadía ahí.
Unos cuántos minutos más tarde, me encontraba nuevamente en la calle, protegiéndome bajo la sombra del paraguas y en mi diestra un vaso de dimensiones un tanto exagerada, del mismo salía un pitillo por el cual succionaba aquellas pequeñas particulas congeladas de color morado. Caminé hacia dónde me había indicado la señora, unos cuantos locales más allá se encontraba otra tienda de baratijas y en el reflejo del vidrio lo vi; me volteé rápidamente y fui hacia el local del frente, el cual era una especie de dojo.
"Porque esté de vacaciones no significa que deba olvidarme de mi entrenamiento..."
El sol se alzaba imponente y por si fuera poco la humedad del ambiente avivaba aún más el calor del lugar, al observar las tuberías por las calle pude familiarizarme un poco puesto que en las calles de Amegakure era similar, solo que con un clima totalmente opuesto; aquella sombrilla que me protegía de los rayos ultravioleta no lograba proteger mi cuerpo de la deshidratación, estaba sudando, sudando como sí todo el agua de mi cuerpo se quisiera marchar y sin intención de retornar.
Lo más lógico fue hacer lo que hice, buscar un lugar, una tienda que tenía un gran aviso de raspados en la cual entré, el interior no era muy grande, tenía de frente el mostrador y un par de sillas y barras para su clientela.
—Acaba de llegar, ¿no?— Me abordó una señora de unos sesenta y tantos, o eso le calculaba yo, desde el mostrador, ella se refrescaba con un abanico; y aunque en el interior no hacía tanto calor, no era mucho más fresco que afuera.
Miré rápidamente a mi interlocutor y entonces asentí con la cabeza, me acerqué a la vitrina y vi que exponían una gran cantidad de sabores.
—Bienvenido sea, ¿qué sabor desea?— Preguntó mientras me acercaba una carta en la cual se mostraban más sabores que no estaban en la exhibición.
—Muchas gracias, me da por favor un frappe grande de mora, la medida más grande que tenga.— Solicité y sonreí. —¿Dónde podría comprar un abanico de eso que tiene?— Cuestioné en vista de que podría serme útil para el resto de mi estadía ahí.
Unos cuántos minutos más tarde, me encontraba nuevamente en la calle, protegiéndome bajo la sombra del paraguas y en mi diestra un vaso de dimensiones un tanto exagerada, del mismo salía un pitillo por el cual succionaba aquellas pequeñas particulas congeladas de color morado. Caminé hacia dónde me había indicado la señora, unos cuantos locales más allá se encontraba otra tienda de baratijas y en el reflejo del vidrio lo vi; me volteé rápidamente y fui hacia el local del frente, el cual era una especie de dojo.
"Porque esté de vacaciones no significa que deba olvidarme de mi entrenamiento..."