26/08/2015, 15:38
-No pienso pagártelo, era una basura. De hecho, empiezo a sospechar que ya estaba roto y estabas esperando que algún pobre diablo intentara levantarlo para cobrárselo.
No se retractaría fácilmente, aún a pesar de que era plenamente consciente de que lo que estaba diciendo no era verdad. El caso era que aquel vendedor de bigote delicado y nariz puntiaguda le había caído mal desde el primer momento. Lo había tratado como a un idiota, como si por su edad no supiera absolutamente nada de arte, como si su opinión y sus inquietudes no tuvieran valor. Y eso, era algo que Tantei no toleraba. Aquel imbécil necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar.
La situación se había dado casi por casualidad. Se dirigía a la Academia de las Olas, donde esperaba encontrar su bandana, que había perdido nada más recibir, cuando una pequeño puesto de artesanías llamó su atención. No era la gran cosa, pero las piezas estaban hechas con armas antiguas en desuso, y en un principio encontró eso tremendamente interesante. Había sentido la necesidad de saber más. Las armas eran de por sí auténticas piezas de colección, ¿dónde las conseguía? ¿Con quién? ¿Por qué precio?
Lamentablemente, lo que había nacido como la búsqueda de saciar una sana inquietud, rápidamente se había desvirtuado en un conflicto. Cuando comenzaron a lloverle preguntas, el vendedor adoptó una actitud defensiva, como si tuviera miedo de que lo inculparan de algo, y eso no hizo más que empeorar la situación. Si aquel tipo tenía algo que ocultar, el pelirrojo quería saberlo. La reiterada inquisición hizo que el narigón agotara la cuota de paciencia que tenía disponible para atender a jóvenes irreverentes, y entre una cosa y la otra, comenzó a despreciar los conocimientos de arte de Tantei y a cuestionar la validez de lo que le estaba preguntando. Al sentirse atacado el Uzumaki también perdió la paciencia, pero en lugar de responder con insultos le dio la razón y pidió disculpas. Era un viejo zorro, no se contentaría con soltar un par de barbaries contra aquel flacucho bigotudo, buscaría destruir su ego. Así fue que tomó una de las piezas con la excusa de comprarla, y con sutileza y precisión, aplicó una pizca más de la fuerza necesaria. La figura se rompió y la discusión llegó a su apogeo.
-Pog diogs niñato, acabo de vegr como gompiste la figuga- replicó el vendedor con acento afrancesado -¡Págala!
Tantei contestaba relajado, con aires de superioridad. Una sonrisa irónica decoraba su expresión de fingida sorpresa.
-Una vez más querido señorito, no pienso hacerlo. Le recomiendo que busque la forma de mejorar la calidad de sus productos antes de atacar a potenciales clientes.
No se retractaría fácilmente, aún a pesar de que era plenamente consciente de que lo que estaba diciendo no era verdad. El caso era que aquel vendedor de bigote delicado y nariz puntiaguda le había caído mal desde el primer momento. Lo había tratado como a un idiota, como si por su edad no supiera absolutamente nada de arte, como si su opinión y sus inquietudes no tuvieran valor. Y eso, era algo que Tantei no toleraba. Aquel imbécil necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar.
La situación se había dado casi por casualidad. Se dirigía a la Academia de las Olas, donde esperaba encontrar su bandana, que había perdido nada más recibir, cuando una pequeño puesto de artesanías llamó su atención. No era la gran cosa, pero las piezas estaban hechas con armas antiguas en desuso, y en un principio encontró eso tremendamente interesante. Había sentido la necesidad de saber más. Las armas eran de por sí auténticas piezas de colección, ¿dónde las conseguía? ¿Con quién? ¿Por qué precio?
Lamentablemente, lo que había nacido como la búsqueda de saciar una sana inquietud, rápidamente se había desvirtuado en un conflicto. Cuando comenzaron a lloverle preguntas, el vendedor adoptó una actitud defensiva, como si tuviera miedo de que lo inculparan de algo, y eso no hizo más que empeorar la situación. Si aquel tipo tenía algo que ocultar, el pelirrojo quería saberlo. La reiterada inquisición hizo que el narigón agotara la cuota de paciencia que tenía disponible para atender a jóvenes irreverentes, y entre una cosa y la otra, comenzó a despreciar los conocimientos de arte de Tantei y a cuestionar la validez de lo que le estaba preguntando. Al sentirse atacado el Uzumaki también perdió la paciencia, pero en lugar de responder con insultos le dio la razón y pidió disculpas. Era un viejo zorro, no se contentaría con soltar un par de barbaries contra aquel flacucho bigotudo, buscaría destruir su ego. Así fue que tomó una de las piezas con la excusa de comprarla, y con sutileza y precisión, aplicó una pizca más de la fuerza necesaria. La figura se rompió y la discusión llegó a su apogeo.
-Pog diogs niñato, acabo de vegr como gompiste la figuga- replicó el vendedor con acento afrancesado -¡Págala!
Tantei contestaba relajado, con aires de superioridad. Una sonrisa irónica decoraba su expresión de fingida sorpresa.
-Una vez más querido señorito, no pienso hacerlo. Le recomiendo que busque la forma de mejorar la calidad de sus productos antes de atacar a potenciales clientes.