28/04/2018, 21:10
Datsue no hizo nada para recuperar su arma, no se tensó, no movió ningún músculo, parecía que él lo quería así... Era todo demasiado fácil y no me terminaba de convencer aquella sonrisa que se dibujó en su rostro, anunció que terminaríamos en un momento y entonces realizó el sello del carnero, no lo había entendido hasta que intenté moverme.
—¿Qué?— Alcancé a decir, fue entonces cuando me percaté como todas aquellas inscripciones se apoderaban de mi cuerpo, paralizandome en su totalidad. —Eso... Eso...— Repetí un par de veces, pero no terminé la oración. "Tramposo." Tensé mi mandíbula y mis ojos demostraron la molestia que sentía en aquel momento.
"¿Cuando...? pensaba, buscaba el momento exacto en el que me plantó el sello. "Solo me tocó cuando desvió mi golpe, tiene que haber sido en ese momento."
No podía decir nada, no podía quejarme, no tenía porque cumplir las reglas, eramos shinobis, teníamos que engañar a los demás y conseguir una victoria.
El pelinegro se acercó lentamente, caminaba con satisfacción hacia nuestro encuentro, obviamente el tenía una evidente ventaja y se regocijaba en ello; llegó hasta su lanza y la tomó para luego poner su falso filo en mi cuello, proclamándose como el ganador de la primera ronda. Para ese momento mi mirada inquisidora no había cambiado en nada, aunque lo mejor sería canalizar aquel sentimiento de una forma más productiva.
Fui liberado de la parálisis, así como también del filo de la lanza; mis músculos se relajaron un poco y solté un suspiro que denotaba un poco más de alivio. —La idea de que las reglas estén ahí es para romperlas sin que los demás se den cuenta, ¿no?— Dije de repente, sin poder disimular del todo el tono de molestia.
Caminé hacia la vitrina con las armas y realicé el cambio, comenzaría la segunda ronda, una nueva oportunidad para salir victorioso. Entre mis manos tenía un arma similar a la anterior, se trataba de un látigo.
—Cuando quieras.— Anuncié desde la posición ideal para empezar el siguiente round.
—¿Qué?— Alcancé a decir, fue entonces cuando me percaté como todas aquellas inscripciones se apoderaban de mi cuerpo, paralizandome en su totalidad. —Eso... Eso...— Repetí un par de veces, pero no terminé la oración. "Tramposo." Tensé mi mandíbula y mis ojos demostraron la molestia que sentía en aquel momento.
"¿Cuando...? pensaba, buscaba el momento exacto en el que me plantó el sello. "Solo me tocó cuando desvió mi golpe, tiene que haber sido en ese momento."
No podía decir nada, no podía quejarme, no tenía porque cumplir las reglas, eramos shinobis, teníamos que engañar a los demás y conseguir una victoria.
El pelinegro se acercó lentamente, caminaba con satisfacción hacia nuestro encuentro, obviamente el tenía una evidente ventaja y se regocijaba en ello; llegó hasta su lanza y la tomó para luego poner su falso filo en mi cuello, proclamándose como el ganador de la primera ronda. Para ese momento mi mirada inquisidora no había cambiado en nada, aunque lo mejor sería canalizar aquel sentimiento de una forma más productiva.
Fui liberado de la parálisis, así como también del filo de la lanza; mis músculos se relajaron un poco y solté un suspiro que denotaba un poco más de alivio. —La idea de que las reglas estén ahí es para romperlas sin que los demás se den cuenta, ¿no?— Dije de repente, sin poder disimular del todo el tono de molestia.
Caminé hacia la vitrina con las armas y realicé el cambio, comenzaría la segunda ronda, una nueva oportunidad para salir victorioso. Entre mis manos tenía un arma similar a la anterior, se trataba de un látigo.
—Cuando quieras.— Anuncié desde la posición ideal para empezar el siguiente round.