30/04/2018, 14:11
—La idea de que las reglas estén ahí es para romperlas sin que los demás se den cuenta, ¿no? —dijo con remordimiento Keisuke. Había dado justo en el clavo.
—No me tires de la lengua, Keisuke, ¡no me tires de la lengua! —exclamó, más divertido que enfadado—. ¡Que ese puñetazo de antes iba cargado con muy mala uva!
Gracias al Sharingan, había visto una cantidad ingente de chakra acumulada en el puño de Keisuke. No, aquel no había sido un puñetazo normal. De haberle alcanzado, ahora estaría con la mandíbula desencajada o, como poco, con un par de dientes rotos. «Estropear mi preciosa cara… ¡Eso sí es delictivo!».
Fuese como fuese, el amejin terminó por tomar un látigo para la siguiente ronda. Un látigo que, al igual que el kusari, le permitiría apresar las extremidades del Uchiha o, incluso, el arma que portase. Debía ser previsor. Por eso, en vez de una katana, pilló dos. Una uchigatana y una kodachi, para ser precisos. La espada grande la empuñó con la diestra —su mano buena—, sabiendo de antemano que le costaría más manejarla.
Se colocó de nuevo en el centro del tatami, a unos dos metros de Keisuke, e hizo una leve reverencia.
—Cuando quieras, Keisuke-san.
Las katanas, apuntando al suelo. La actitud, aparentemente relajada. La segunda ronda daba comienzo.
—No me tires de la lengua, Keisuke, ¡no me tires de la lengua! —exclamó, más divertido que enfadado—. ¡Que ese puñetazo de antes iba cargado con muy mala uva!
Gracias al Sharingan, había visto una cantidad ingente de chakra acumulada en el puño de Keisuke. No, aquel no había sido un puñetazo normal. De haberle alcanzado, ahora estaría con la mandíbula desencajada o, como poco, con un par de dientes rotos. «Estropear mi preciosa cara… ¡Eso sí es delictivo!».
Fuese como fuese, el amejin terminó por tomar un látigo para la siguiente ronda. Un látigo que, al igual que el kusari, le permitiría apresar las extremidades del Uchiha o, incluso, el arma que portase. Debía ser previsor. Por eso, en vez de una katana, pilló dos. Una uchigatana y una kodachi, para ser precisos. La espada grande la empuñó con la diestra —su mano buena—, sabiendo de antemano que le costaría más manejarla.
Se colocó de nuevo en el centro del tatami, a unos dos metros de Keisuke, e hizo una leve reverencia.
—Cuando quieras, Keisuke-san.
Las katanas, apuntando al suelo. La actitud, aparentemente relajada. La segunda ronda daba comienzo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado