30/04/2018, 16:16
De repente, los bambús dieron paso a una ladera que conducía a un rio que atravesaba el lugar y llegaba hasta la entrada de una cueva. Justo en la entrada se bifurcaba, dejando la entrada entre sus bifurcaciones.
La ladera tenía poca vegetación por la alta inclinación que poseía. Jin hizo una señal para que parasen ya que un paso mal dado los llevaría de cabeza al rio, sin embargo, Daigo estaba más pendiente de sus pensamientos que de sus pisadas, así que dio el mal paso. Rodó unos diez metros de ladera para acabar dentro de la corriente de agua, que bajaba lo suficientemente tranquila como para no llevárselo, pero lo suficientemente fuerte como para dificultar el equilibrio.
— ¡Daigo! La hostia, os he dicho que estéis atentos. ¡Llega a ser un oso y te come entero! Tienes suerte que solo sea un rio.
Empezó a descender la rampa para ir a ayudar al muchacho sin dudar, hasta que un olor le hizo levantar la mirada. A lo lejos, varios cientos de metros tras la cueva se alzaba una columna de humo. El olor a pelo de perro mojado siendo tostado a llama viva les llegó también a Juro y Daigo, aunque para entonces el hombre había salido corriendo hacia allí.
— Me cago en la puta, joder, joder, joder. ¡Seguidme! ¡Rápido! Olvidaos de la cueva, hay que darse prisa.
Daigo podía apañárselas solo, pero estaba claro que se quedaría rezagado sí o sí, ya que estaba metido en un rio que le cubría hasta la altura de la cintura. El cazador se movía como una liebre en el bosque, ágil y sin dudar, si Juro reaccionaba rápido podría seguirle, sino lo perderían. Pero tenían el humo, ¿no?
La ladera tenía poca vegetación por la alta inclinación que poseía. Jin hizo una señal para que parasen ya que un paso mal dado los llevaría de cabeza al rio, sin embargo, Daigo estaba más pendiente de sus pensamientos que de sus pisadas, así que dio el mal paso. Rodó unos diez metros de ladera para acabar dentro de la corriente de agua, que bajaba lo suficientemente tranquila como para no llevárselo, pero lo suficientemente fuerte como para dificultar el equilibrio.
— ¡Daigo! La hostia, os he dicho que estéis atentos. ¡Llega a ser un oso y te come entero! Tienes suerte que solo sea un rio.
Empezó a descender la rampa para ir a ayudar al muchacho sin dudar, hasta que un olor le hizo levantar la mirada. A lo lejos, varios cientos de metros tras la cueva se alzaba una columna de humo. El olor a pelo de perro mojado siendo tostado a llama viva les llegó también a Juro y Daigo, aunque para entonces el hombre había salido corriendo hacia allí.
— Me cago en la puta, joder, joder, joder. ¡Seguidme! ¡Rápido! Olvidaos de la cueva, hay que darse prisa.
Daigo podía apañárselas solo, pero estaba claro que se quedaría rezagado sí o sí, ya que estaba metido en un rio que le cubría hasta la altura de la cintura. El cazador se movía como una liebre en el bosque, ágil y sin dudar, si Juro reaccionaba rápido podría seguirle, sino lo perderían. Pero tenían el humo, ¿no?