3/05/2018, 18:06
—Lo que es igual no es trampa —dijo Keisuke, como si le hubiese leído el pensamiento. Datsue aceptó la mano que le ofrecía y dejó que le impulsara hacia arriba—. Eres el ganador, enhorabuena.
—Gracias, gracias —dijo Datsue, ligeramente colorado. Los piropos y los elogios siempre habían sido su punto débil—. Tú has estado muy bien también.
Dejó las armas en su lugar correspondiente, a la vez que Keisuke se dirigía a la barra. A su vuelta, se llevó una grata sorpresa: Keisuke le había invitado a una jarra de cerveza.
—Oh, ¡gracias! —exclamó sonriente, sin dudar en cogerla. Era de mala educación rechazar una invitación—. Soy más de alguna bebida azucarada tras hacer ejercicio… ¡pero qué demonios! —dijo, entrechocando su jarra con la de Keisuke a modo de brindis.
Luego, se sentó como él, cruzándose de piernas, y dio un gran trago. Todavía recordaba las primeras veces que había tomado cerveza. A decir verdad, de primeras no le gustaba. Se le hacía difícil darle más de tres tragos y se le hacía pesada. Ahora, aquello le sabía a gloria bendita. «Aunque las cervezas de la Espiral saben mejor…»
—Y... ¿Qué te trae por aquí?
—Una misión, compañero, una misión —respondió con espuma en los labios—. Un cabrón hijoputa, sádico como el solo, que disfrutaba matando y torturando. Por suerte, ya no lo hará más. —Todo aquello era mentira. Su misión había sido mucho más aburrida y, desde luego, menos emocionante. Pero, ¿de qué servía ser jōnin si no se podía fardar de ello?—. Pensé en entrenar un poco antes de volver a la Villa, y quizá pegarme un descansillo en la famosa Villa de las Aguas Termales, que aun no tuve el placer de visitarlas.
»¿Y tú?
Escuchó unos pasos pesados viniendo hacia ellos.
—¡Pero bueno, suicidas! —Era el hombre bajito y rapado de la barra. Decir que parecía enfadado sería quedarse cortos. Muy cortos—. ¿¡Cómo se os ocurre poneros a beber en terreno sagrado!?
—Gracias, gracias —dijo Datsue, ligeramente colorado. Los piropos y los elogios siempre habían sido su punto débil—. Tú has estado muy bien también.
Dejó las armas en su lugar correspondiente, a la vez que Keisuke se dirigía a la barra. A su vuelta, se llevó una grata sorpresa: Keisuke le había invitado a una jarra de cerveza.
—Oh, ¡gracias! —exclamó sonriente, sin dudar en cogerla. Era de mala educación rechazar una invitación—. Soy más de alguna bebida azucarada tras hacer ejercicio… ¡pero qué demonios! —dijo, entrechocando su jarra con la de Keisuke a modo de brindis.
Luego, se sentó como él, cruzándose de piernas, y dio un gran trago. Todavía recordaba las primeras veces que había tomado cerveza. A decir verdad, de primeras no le gustaba. Se le hacía difícil darle más de tres tragos y se le hacía pesada. Ahora, aquello le sabía a gloria bendita. «Aunque las cervezas de la Espiral saben mejor…»
—Y... ¿Qué te trae por aquí?
—Una misión, compañero, una misión —respondió con espuma en los labios—. Un cabrón hijoputa, sádico como el solo, que disfrutaba matando y torturando. Por suerte, ya no lo hará más. —Todo aquello era mentira. Su misión había sido mucho más aburrida y, desde luego, menos emocionante. Pero, ¿de qué servía ser jōnin si no se podía fardar de ello?—. Pensé en entrenar un poco antes de volver a la Villa, y quizá pegarme un descansillo en la famosa Villa de las Aguas Termales, que aun no tuve el placer de visitarlas.
»¿Y tú?
Escuchó unos pasos pesados viniendo hacia ellos.
—¡Pero bueno, suicidas! —Era el hombre bajito y rapado de la barra. Decir que parecía enfadado sería quedarse cortos. Muy cortos—. ¿¡Cómo se os ocurre poneros a beber en terreno sagrado!?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado