27/08/2015, 17:08
De imprevisto un tercero se agregó a la discusión. No era la primera vez que lo veía, de hecho ni siquiera era la segunda o la tercera. ¿Kantura? ¿Kamuja? ¿Casuna? ¿Cómo era que se llamaba? Algo así seguro, habían sido compañeros de clase y se habían graduado en la misma generación. Seguramente hubieran hablado alguna vez, pero no podía recordarlo. No era de esos que se andan haciendo amigo del primer tonto que se les cruza, y si aquel jovenzuelo de ojos grises no había llamado su atención de alguna forma probablemente hubiese optado por no dedicarle demasiado tiempo.
Levantó una ceja y lo miró de reojo, sin decir nada. No necesitaba que lo ayudarán a poner en su lugar a un comerciante de poca monta... pero, por otro lado, tal vez pudiera aprovechar la situación para potenciar la cachetada psicológica que pretendía darle a aquel franchute presuntuoso de los barrios bajos.
—Ohhh, magníficgo, el otrgo niñato ignogante de la aldea. No necesigto tus consejgos pequeñajgo ¿No te dijge la úgtima vez que no queguía negociag más contigo? —aparentemente aquellos dos ya se conocían.
—¿Seguro que no quieres aceptar el consejo? Dos clientes insatisfechos con tu trato en menos de cinco minutos, eso es curioso. Con tan mala calidad de atención no sorprende que los productos que vende sean igualmente malos —dijo, sin siquiera mirarlo a los ojos.
Con ese último remate el señorito terminó de perder la paciencia. Se le notaba a la distancia, era de esos que no soportan que critiquen la calidad de lo que venden. Tantei sintió una buena cuota de satisfacción interna.
—¡ESO ES TODOG NIÑAGTOS DESPGECIABLES! ¡FUEGA DE MI TIENDA! ¡FUEGA! —bramó enardecido. "Yo gano" pensó el joven Uzumaki, que ni siquiera intentó evitar sonreírse. Aquella persona acababa de perder la poca dignidad que le quedaba. Media aldea se volteó cuando el franchute gritó, y media aldea se retorció de risa con su distintivo acento. Pero eso no era todo, habiendo caido en tal pozo de vergüenza y desesperadamente consciente de que su amor propio había quedado completamente extinto, el vendedor se entregó a los brazos de la locura. De abajo del mostrador sacó una vieja katana.
—¡VOY A DEGSTUIGLOS! —soltó mientras de un corte seco partía el mostrador a la mitad. Eso no entraba en lo previsto.
"Creo que me excedí". Sin perder la calma, pero bastante sorprendido, Tantei retrocedió, y ahora sí miró al otro muchacho. Aquel pobre chico se había acercado con buena intención y su actitud lo había metido en un problema. No pudo evitar sentir un poquito de culpa, no era demasiada, pero sí la suficiente como para sentirse obligado a dedicarle unas palabras.
Se le acercó lentamente, sin perder de vista al señorito, que como un toro salvaje resoplaba en el lugar, como esperando cualquier movimiento para embestirlos con su espada. No tenía pensado pelear con aquel tipo, por poca habilidad que seguramente tuviera con el arma, estaba completamente loco. —Te recomiendo que corras— le susurró, y así como lo hizo salió corriendo, mientras escuchaba al vendedor rugir salvajemente a sus espaldas.
Levantó una ceja y lo miró de reojo, sin decir nada. No necesitaba que lo ayudarán a poner en su lugar a un comerciante de poca monta... pero, por otro lado, tal vez pudiera aprovechar la situación para potenciar la cachetada psicológica que pretendía darle a aquel franchute presuntuoso de los barrios bajos.
—Ohhh, magníficgo, el otrgo niñato ignogante de la aldea. No necesigto tus consejgos pequeñajgo ¿No te dijge la úgtima vez que no queguía negociag más contigo? —aparentemente aquellos dos ya se conocían.
—¿Seguro que no quieres aceptar el consejo? Dos clientes insatisfechos con tu trato en menos de cinco minutos, eso es curioso. Con tan mala calidad de atención no sorprende que los productos que vende sean igualmente malos —dijo, sin siquiera mirarlo a los ojos.
Con ese último remate el señorito terminó de perder la paciencia. Se le notaba a la distancia, era de esos que no soportan que critiquen la calidad de lo que venden. Tantei sintió una buena cuota de satisfacción interna.
—¡ESO ES TODOG NIÑAGTOS DESPGECIABLES! ¡FUEGA DE MI TIENDA! ¡FUEGA! —bramó enardecido. "Yo gano" pensó el joven Uzumaki, que ni siquiera intentó evitar sonreírse. Aquella persona acababa de perder la poca dignidad que le quedaba. Media aldea se volteó cuando el franchute gritó, y media aldea se retorció de risa con su distintivo acento. Pero eso no era todo, habiendo caido en tal pozo de vergüenza y desesperadamente consciente de que su amor propio había quedado completamente extinto, el vendedor se entregó a los brazos de la locura. De abajo del mostrador sacó una vieja katana.
—¡VOY A DEGSTUIGLOS! —soltó mientras de un corte seco partía el mostrador a la mitad. Eso no entraba en lo previsto.
"Creo que me excedí". Sin perder la calma, pero bastante sorprendido, Tantei retrocedió, y ahora sí miró al otro muchacho. Aquel pobre chico se había acercado con buena intención y su actitud lo había metido en un problema. No pudo evitar sentir un poquito de culpa, no era demasiada, pero sí la suficiente como para sentirse obligado a dedicarle unas palabras.
Se le acercó lentamente, sin perder de vista al señorito, que como un toro salvaje resoplaba en el lugar, como esperando cualquier movimiento para embestirlos con su espada. No tenía pensado pelear con aquel tipo, por poca habilidad que seguramente tuviera con el arma, estaba completamente loco. —Te recomiendo que corras— le susurró, y así como lo hizo salió corriendo, mientras escuchaba al vendedor rugir salvajemente a sus espaldas.