28/08/2015, 18:45
—¡PEPA EH TU MÁMA, MIERDA, CARÁ!— bramó incomprensiblemente. Entre un intento y otro había terminado por demostrar la poca habilidad que tenía para maniobrar con armas. Un mal movimiento había hecho que la punta del kunai terminara por tallarle un bonito y doloroso surco a lo largo del antebrazo.
Pero ese era el menor de sus problemas.
Como si el estúpido kunai no hubiera hecho ya suficiente, porque pensándolo mejor, claramente el corte había sido culpa de él y de su ineficiente forma de adaptarse a la mano del joven y habilidoso Uzumaki, ahora había ido a clavarse en uno de los... peludos... y marrones... extravagantemente... incomprensibles y salvajes, haciendo que el diabólico fluido verdoso que daba vida a aquellos infames entes frutales conquistara el suelo de la habitación y comenzara un lento, ineludible y exasperante viaje hacia el mismísimo lugar en que se encontraba Tantei.
En cuestión de segundos las visiones volvieron. Esta vez ni cerrar los ojos, ni darse la frente contra el suelo, ni mirar a la pared, ni cantar "que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva" fueron suficientes para escapar de la irracional desesperación. No había forma de ignorar que el líquido se acercaba. Podía olerlo apoderándose cada vez de más terreno, podía escucharlo arrastrándose, acercándose a él con paso firme, siguiéndolo sin importar donde se metiera. No había sitio en el que ocultarse, ni siquiera los enormes cerezos eran suficientes. Cada vez que se volteaba estaba ahí. ¿Y si dejaba de correr? No, no podía dejar de correr. Si dejaba de correr el hombre con cabeza de kiwi lo atraparía. Siguió huyendo, buscando con desesperación algún rincón del jardín de cerezos en el que se sintiera a salvo.
Volvió de golpe a la realidad. Su vista empezaba a nublarse, estaba sudando muchísimo, sentía el cuerpo agotado y le costaba respirar. Su fobia jamás había sido tan aguda y era también la primera vez que se mezclaba de aquella forma con la inquietante pesadilla. Aunque claro, tampoco había estado nunca atrapado en un cuarto con tal cantidad de esos... esas... ¿De verdad no tenía forma de sobreponerse a aquella locura?