28/08/2015, 20:57
El dialogo con la chica fue interrumpido por tres personas que aparecieron esporádicamente, estas que ahora cerraban el callejón donde se encontraban, afirmaban que Ayame e Ichiro habían invadido su propiedad, aunque los muchachos no corrieron mucho, nunca podría haber sido suficiente como para entrar en una propiedad privada. Los bandidos igualmente lo reclamaron.
Ichiro cambio completamente su cara, esta se tornó totalmente seria ante semejante presencias, había odiado a esos tipos desde el primer momento en que habían aparecido, apretó su puño con rabia mientras que sus dientes cortarían una barra de hierro de tanto apretarlos, sus ojos no dejaban de trasmitir enfado, el discurso del ladron había sido una total blasfemia para él.
Pero ¿Qué hacer?. Esta vez no estaba solo, Ayame había concurrido a su misma academia por años, pero solo algunas veces se habían cruzado en algunos cursos, sabía que era una genin, pero desconocía que tipo de técnicas utilizaba o sus habilidades.
La kunoichi dio unos pasos lentos luego de haber esquivado el ataque, quizá por la intimidación pero esto la emparejo con el joven que la acompañaba.
Más que un momento de miedo, Ichiro se sentía enfadado, un calor recorría su cuerpo, intentaba no demostrarlo, si llegaba a ofender a alguien no sabía lo que podía pasar, este parecía tranquilo pero no podía ocultar su ceño fruncido, sabía que, al menos él, si quisiera escaparía fácilmente de allí utilizando algún jutsu o chakra para escalar sobre las paredes, pero no podía dejar a Ayame a su suerte, así que se doblego.
Había observado a los atacantes y los ladrones no parecían llevar ninguna bandana. Soltó un suspiro, no podía hacer nada más que entregar el dinero que tenía encima, de todos modos, si no fuera por la Aotsuki, lo hubiera perdido de todos modos, tenía que ayudarla. Puso un mano sobre el hombro de la muchacha al verla un poco tensa – Tranquila, les daremos un poco de dinero y se irán.- pronuncio en un tono bajo para que solo pudieran escuchar ellos dos, intentando tranquilizarla. A continuación dio un paso adelante e interactuó con los bandidos
- ¡Muy bien, muy bien! No hay necesidad de nada, tengan es todo lo que tenemos.
El joven saco de sus bolsillos la bolsa marrón que había iniciado la maratón de hace algunos momentos atrás y se la arrojo a sus pies. Sinceramente se moría por darles su merecido por aquella intromisión irrespetuosa, pero estaba de manos atadas, ante aquella situación.
Ichiro cambio completamente su cara, esta se tornó totalmente seria ante semejante presencias, había odiado a esos tipos desde el primer momento en que habían aparecido, apretó su puño con rabia mientras que sus dientes cortarían una barra de hierro de tanto apretarlos, sus ojos no dejaban de trasmitir enfado, el discurso del ladron había sido una total blasfemia para él.
Pero ¿Qué hacer?. Esta vez no estaba solo, Ayame había concurrido a su misma academia por años, pero solo algunas veces se habían cruzado en algunos cursos, sabía que era una genin, pero desconocía que tipo de técnicas utilizaba o sus habilidades.
La kunoichi dio unos pasos lentos luego de haber esquivado el ataque, quizá por la intimidación pero esto la emparejo con el joven que la acompañaba.
Más que un momento de miedo, Ichiro se sentía enfadado, un calor recorría su cuerpo, intentaba no demostrarlo, si llegaba a ofender a alguien no sabía lo que podía pasar, este parecía tranquilo pero no podía ocultar su ceño fruncido, sabía que, al menos él, si quisiera escaparía fácilmente de allí utilizando algún jutsu o chakra para escalar sobre las paredes, pero no podía dejar a Ayame a su suerte, así que se doblego.
Había observado a los atacantes y los ladrones no parecían llevar ninguna bandana. Soltó un suspiro, no podía hacer nada más que entregar el dinero que tenía encima, de todos modos, si no fuera por la Aotsuki, lo hubiera perdido de todos modos, tenía que ayudarla. Puso un mano sobre el hombro de la muchacha al verla un poco tensa – Tranquila, les daremos un poco de dinero y se irán.- pronuncio en un tono bajo para que solo pudieran escuchar ellos dos, intentando tranquilizarla. A continuación dio un paso adelante e interactuó con los bandidos
- ¡Muy bien, muy bien! No hay necesidad de nada, tengan es todo lo que tenemos.
El joven saco de sus bolsillos la bolsa marrón que había iniciado la maratón de hace algunos momentos atrás y se la arrojo a sus pies. Sinceramente se moría por darles su merecido por aquella intromisión irrespetuosa, pero estaba de manos atadas, ante aquella situación.