9/05/2018, 11:04
Yota no parecía nada contento con la idea, y lo demostró chasqueando la lengua con evidente irritación.
—¡Joder! Kumopansa ve con ella y ayúdala en lo que te pida.
—¿Eh? ¿que me meta en esa barbacoa gigante? ¿estás loco, tio?
Pero no era ninguna broma. La mirada de Yota era terroríficamente sería, y Ayame se mordió el labio inferior. Quiso protestar, después de todo ella podía protegerse por sus propios medios, pero sería terriblemente difícil estar pendiente de un pequeño animal como Kumopansa al mismo tiempo que intentaba sobrevivir y salvar a otra persona...
«Tampoco tenemos tiempo para discutir... La casa puede derrumbarse en cualquier minuto...» Meditó, dirigiendo una breve mirada de soslayo a la casa incendiada.
—Hazlo y punto, es mejor que me quede yo, aquí fuera. Tenéis su suiton para sobrevivir.
Al final, el arácnido accedió a regañadientes y se acercó a Ayame.
—Volveremos enseguida —aseguró, aunque en ningún momento podría haber afirmado que no estaba aterrada. Era la primera vez que se enfrentaba a un incendio, después de todo. «No pasa nada. Soy el Agua.»—. ¡Vamos!
Y, sin mirar atrás, Ayame aseguró la improvisada máscara sobre su rostro y giró sobre sus talones para adentrarse entre las llamas. Llevaba las manos muy juntas, por si necesitaba realizar sellos para alguna técnica acuática, y, desde luego, no pensaba bajar la guardia en ningún momento.
—¡Joder! Kumopansa ve con ella y ayúdala en lo que te pida.
—¿Eh? ¿que me meta en esa barbacoa gigante? ¿estás loco, tio?
Pero no era ninguna broma. La mirada de Yota era terroríficamente sería, y Ayame se mordió el labio inferior. Quiso protestar, después de todo ella podía protegerse por sus propios medios, pero sería terriblemente difícil estar pendiente de un pequeño animal como Kumopansa al mismo tiempo que intentaba sobrevivir y salvar a otra persona...
«Tampoco tenemos tiempo para discutir... La casa puede derrumbarse en cualquier minuto...» Meditó, dirigiendo una breve mirada de soslayo a la casa incendiada.
—Hazlo y punto, es mejor que me quede yo, aquí fuera. Tenéis su suiton para sobrevivir.
Al final, el arácnido accedió a regañadientes y se acercó a Ayame.
—Volveremos enseguida —aseguró, aunque en ningún momento podría haber afirmado que no estaba aterrada. Era la primera vez que se enfrentaba a un incendio, después de todo. «No pasa nada. Soy el Agua.»—. ¡Vamos!
Y, sin mirar atrás, Ayame aseguró la improvisada máscara sobre su rostro y giró sobre sus talones para adentrarse entre las llamas. Llevaba las manos muy juntas, por si necesitaba realizar sellos para alguna técnica acuática, y, desde luego, no pensaba bajar la guardia en ningún momento.