9/05/2018, 16:50
(Última modificación: 12/05/2018, 15:07 por Uchiha Akame.)
Flama, Verano del año 218.
—¿Kojima Karma?
La voz —que quizá sorprendería a la chiquilla— provenía de algún punto a su derecha, una vez pasado el puente. Sobre la barandilla que protegía a los transeútes de caer al río estaba sentado un muchacho algo más joven que ella, de complexión delgada y facciones escuálidas. Tenía la nariz torcida —sin duda fruto de un golpe—, ojos negros y profundos y el pelo del mismo color, corto y revuelto. La bandana del Remolino relucía en su frente, bien anudada, y vestía con la típica indumentaria militar de los ninjas de alto rango; chaleco reglamentario con el símbolo de Uzushiogakure en la espalda, camiseta de cuello alto color azul oscuro debajo, pantalones y sandalias ninja... Y una placa triangular, dorada, en su hombro izquierdo.
Uchiha Akame dio una última pitada a su cigarrillo, saboreando el amargor del tabaco, mientras observaba de arriba a abajo a la muchacha. En la otra mano tenía una carpeta repleta de folios, que acababa de cerrar, y tanto en el cinturón como en el muslo derecho llevaba anudados sendos portaobjetos. Expulsó el aire y tiró la colilla al río, por encima de la barandilla.
Pese a que intentaba que no se le notase, el jōnin estaba nervioso. No por nada había recibido la notificación de que debía reunirse allí con la que sería su "alumna provisional", en palabras escritas de un funcionario. Al parecer la persona que había sido designada inicialmente para ejercer de tutora de aquella muchacha se encontraba indispuesta, y la tarea había recaído finalmente sobre el joven Akame. «El marrón, más bien», rezongó para su interior el Uchiha.
Y es que él no quería ser sensei de nadie, ni siquiera por unos días. ¿Cómo iba a quererlo? Lo suyo era el trabajo de campo, el estudio, la acción, la adrenalina. «Menuda chufa... ¿Por qué demonios no se lo pedirían a Datsue-kun?»
Sea como fuere, allí estaba. Y dado que nadie iba a relevarle de aquella tarea en las próximas horas, decidió intentar hacerla lo mejor posible. Caminó unos pasos hasta estar frente a la chica y la examinó otra vez. «Joder, le hace falta un buen puchero y una siesta», se dijo tras observar la flacucha figura de Karma, y las ojeras bajo sus ojos que destellaban un brillo indescifrable.
—Uchiha Akame, jōnin de Uzushiogakure no Sato —se presentó, con una inclinación de cabeza—. Hoy seré tu sensei.