9/05/2018, 21:50
«Joder, esta chica tiene un aura de... ¿Depresión? No sé, pero hasta parece que el aire a su alrededor sea más denso. La madre que la parió...»
Mientras ese, y otros pensamientos, inundaban la mente de Akame como un mal presagio, la kunoichi tomó asiento al otro lado del banco y empezó a hablar tímidamente. El Uchiha puso toda su atención en escucharla, e incluso intentó parecer interesado; no es que lo estuviera, pero Karma parecía mucho más nerviosa que él y en ese momento Akame sólo sentía que, al menos, no debía hacerla pasar un mal rato.
Sin embargo, cuando la Kojima le relató sus primeras andanzas en el Ninshō, Akame no pudo sino quedar gratamente impresionado. «¿Ninjutsu médico? Vaya, eso sí que es inesperado». A punto estaba de hacerle un cumplido cuando la kunoichi volvió a incidir en aquella especie de instinto autodestructivo que primaba sobre todos sus pensamientos.
—¡Pero para ya, mujer! —se quejó el jōnin, infantil—. ¿Qué pérdida de tiempo ni qué gaitas? Eso lo decidiré yo, en todo caso. Y, además, ¿sabes lo complicado que es que te recomienden para el Escuadrón de Iryo-nin? Yo me gradué en la Promoción de Oro, y aun así no hubo ni un sólo estudiante propuesto para ninja médico.
No mentía. En Uzushiogakure había tan pocos doctos en el arte de la guerra y la sanación que podían contarse con los dedos de una mano bastante grande. «Meh, tal vez tengo ante mí a un pequeño y deprimente diamante en bruto...»
—Bueno, ya está bien de cháchara —zanjó Akame, levantándose de un salto—. Es hora de que veamos algo más de ti.
Con un gesto de su mano le indicó que le siguiera, en dirección al enorme Estadio de Celebraciones.
Mientras ese, y otros pensamientos, inundaban la mente de Akame como un mal presagio, la kunoichi tomó asiento al otro lado del banco y empezó a hablar tímidamente. El Uchiha puso toda su atención en escucharla, e incluso intentó parecer interesado; no es que lo estuviera, pero Karma parecía mucho más nerviosa que él y en ese momento Akame sólo sentía que, al menos, no debía hacerla pasar un mal rato.
Sin embargo, cuando la Kojima le relató sus primeras andanzas en el Ninshō, Akame no pudo sino quedar gratamente impresionado. «¿Ninjutsu médico? Vaya, eso sí que es inesperado». A punto estaba de hacerle un cumplido cuando la kunoichi volvió a incidir en aquella especie de instinto autodestructivo que primaba sobre todos sus pensamientos.
—¡Pero para ya, mujer! —se quejó el jōnin, infantil—. ¿Qué pérdida de tiempo ni qué gaitas? Eso lo decidiré yo, en todo caso. Y, además, ¿sabes lo complicado que es que te recomienden para el Escuadrón de Iryo-nin? Yo me gradué en la Promoción de Oro, y aun así no hubo ni un sólo estudiante propuesto para ninja médico.
No mentía. En Uzushiogakure había tan pocos doctos en el arte de la guerra y la sanación que podían contarse con los dedos de una mano bastante grande. «Meh, tal vez tengo ante mí a un pequeño y deprimente diamante en bruto...»
—Bueno, ya está bien de cháchara —zanjó Akame, levantándose de un salto—. Es hora de que veamos algo más de ti.
Con un gesto de su mano le indicó que le siguiera, en dirección al enorme Estadio de Celebraciones.