11/05/2018, 21:28
Silenciosa como una noche sin luna y con un semblante digno del alma en pena más desgraciada de todo el país, Karma no se separó de su sensei. La vista baja y el paso ligero, ni se percató de que Akame se tomó un momento para asegurarse de que la muchacha todavía estaba tras él. La pelivioleta alzó la vista cuando escuchó el chirrido de la puerta dejando paso a los dos individuos.
El campo de entrenamiento les dio la bienvenida. La fémina se tragó un suspiro. Al menos no era tan malo como la primera opción que se le había pasado por la cabeza...
Karma dirigió una taciturna mirada al panorama y los que en él entrenaban. No se detuvo, ya que Akame no lo hizo en ningún momento. Así pues, apenas necesitaron de unos minutos para llegar al sitio donde tendría que demostrar, sin lugar a dudas, sus aptitudes —con nefastos resultados—.
Primera prueba: tiro al blanco. El Uchiha le tendió una ristra de estrellas ninja y le ordenó que demostrase su puntería con ellas. «Shurikens... son tan pesados. No tienen nada que ver con las agujas. ¿No podría disparar con agujas? Se me hacen mucho más cómodas», su monólogo mental debería de haber sido una queja verbal, pero la joven no se atrevió a rechistarle al jōnin.
Con manos temblorosas y una sonrisa extremadamente forzada, Karma se hizo con las armas y las sostuvo entre sus pálidos dedos. Encaró a los blancos y su actitud se transformó en algo completamente distinto a lo que había demostrado hasta entonces: donde hacía un momento podía verse a una muchacha tímida y pasmada, ahora se podía contemplar a una kunoichi de aires bien templados y ojos afilados.
Emitiendo ligeros silbidos de esfuerzo, Karma disparó un shuriken, otro, y unos segundos más tarde otro. Se tomó unos instantes entre lanzamiento y lanzamiento para asegurar la trayectoria. Comenzó con los peleles más cercanos y sencillos, para ir apuntando a los más lejanos según avanzaba el tiempo. No albergaba esperanza alguna de acertar a los parapetados, para ella era un cometido demasiado ambicioso, pero igualmente lo intentó.
Por supuesto, su puntería y destreza no eran nada especial, teniendo en cuenta que era una tierna novata. Pero la joven se aseguró de hacerlo lo mejor posible entre disparo y disparo, en total disonancia con su actitud.
Diez shurikens. Ni uno más, ni uno menos.
El campo de entrenamiento les dio la bienvenida. La fémina se tragó un suspiro. Al menos no era tan malo como la primera opción que se le había pasado por la cabeza...
Karma dirigió una taciturna mirada al panorama y los que en él entrenaban. No se detuvo, ya que Akame no lo hizo en ningún momento. Así pues, apenas necesitaron de unos minutos para llegar al sitio donde tendría que demostrar, sin lugar a dudas, sus aptitudes —con nefastos resultados—.
Primera prueba: tiro al blanco. El Uchiha le tendió una ristra de estrellas ninja y le ordenó que demostrase su puntería con ellas. «Shurikens... son tan pesados. No tienen nada que ver con las agujas. ¿No podría disparar con agujas? Se me hacen mucho más cómodas», su monólogo mental debería de haber sido una queja verbal, pero la joven no se atrevió a rechistarle al jōnin.
Con manos temblorosas y una sonrisa extremadamente forzada, Karma se hizo con las armas y las sostuvo entre sus pálidos dedos. Encaró a los blancos y su actitud se transformó en algo completamente distinto a lo que había demostrado hasta entonces: donde hacía un momento podía verse a una muchacha tímida y pasmada, ahora se podía contemplar a una kunoichi de aires bien templados y ojos afilados.
Emitiendo ligeros silbidos de esfuerzo, Karma disparó un shuriken, otro, y unos segundos más tarde otro. Se tomó unos instantes entre lanzamiento y lanzamiento para asegurar la trayectoria. Comenzó con los peleles más cercanos y sencillos, para ir apuntando a los más lejanos según avanzaba el tiempo. No albergaba esperanza alguna de acertar a los parapetados, para ella era un cometido demasiado ambicioso, pero igualmente lo intentó.
Por supuesto, su puntería y destreza no eran nada especial, teniendo en cuenta que era una tierna novata. Pero la joven se aseguró de hacerlo lo mejor posible entre disparo y disparo, en total disonancia con su actitud.
Diez shurikens. Ni uno más, ni uno menos.