12/05/2018, 14:24
Los resultados fueron incluso mejores de los que la muchacha esperaba; algo que no quería decir mucho, a fin de cuentas. Acertar a la mitad de objetivos era un aprobado por los pelos para un estudiante de la academia, y ella era una ninja graduada; una novata, desde luego, pero genin al fin y al cabo. El Uchiha remarcó los hechos de los que la joven ya era consciente con una precisión algo hiriente, mas la pelivioleta se limitó a sonreir.
—Lo siento, sensei. Siempre he sido un poco floja —afirmó con dulzura, haciendo gala de un tono sincero que no despedía el hedor propio de una excusa, independientemente de que su declaración bien podían tomarse como tal.
Las pruebas continuaron. En esta ocasión, Akame indicó que tendría que repetir el ejercicio, solo que en lugar de utilizar shurikens dispararía senbons. El jōnin, ni corto ni perezoso, afirmó que la médica portaba consigo las ya mencionadas agujas en su persona. Visiblemente sorprendida, Karma lo miró, pasmada. «¿M-Me está leyendo el pensamiento? Tengo entendido que los poderes del Sharingan son varios e increíbles, pero ni siquiera parece que lo tenga activo... ¿está utilizando alguna técnica oculta? ¿Sensei, puedes oírme? ¡¿Sensei?!». La kunoichi esperó algún tipo de reacción por parte de Akame, pero no ocurrió nada.
Bien sonrojada, tras quedarse quieta haciendo mutis durante unos largos segundos, asintió varias veces. Que situación más embarazosa.
—¡S-Sí, tengo agujas! —confirmó así las sospechas del moreno.
Del interior de su portador de objetos, Karma procuró 10 agujas. Las sostuvo entre sus dedos, de una forma similar a las estrellas ninja, pero con un semblante más seguro. «Esto es otra cosa. Los senbon son tan ligeros y elegantes, mientras que los shurikens no son más que toscas piezas de hierro».
—El dolor que producen las agujas es exquisito, placentero. Es más, supongo que sensei ya lo sabe, pero también se utilizan con fines médicos en un arte llamado "acupuntura" —explicó con ensoñamiento, desprendiéndose por unos instantes de las ataduras de la vergüenza.
No parloteó más. Viró su figura hacia los objetivos, tal y como había hecho al disparar los shurikens. Lanzó senbon tras senbon, imitando el mismo patrón de comenzar por los objetivos más cercanos y progresar hacia los más difíciles. A Karma ya no le importaban los resultados del ejercicio, parecía más que satisfecha gracias al hecho de poder tener una oportunidad de lanzar sus armas.
—Lo siento, sensei. Siempre he sido un poco floja —afirmó con dulzura, haciendo gala de un tono sincero que no despedía el hedor propio de una excusa, independientemente de que su declaración bien podían tomarse como tal.
Las pruebas continuaron. En esta ocasión, Akame indicó que tendría que repetir el ejercicio, solo que en lugar de utilizar shurikens dispararía senbons. El jōnin, ni corto ni perezoso, afirmó que la médica portaba consigo las ya mencionadas agujas en su persona. Visiblemente sorprendida, Karma lo miró, pasmada. «¿M-Me está leyendo el pensamiento? Tengo entendido que los poderes del Sharingan son varios e increíbles, pero ni siquiera parece que lo tenga activo... ¿está utilizando alguna técnica oculta? ¿Sensei, puedes oírme? ¡¿Sensei?!». La kunoichi esperó algún tipo de reacción por parte de Akame, pero no ocurrió nada.
Bien sonrojada, tras quedarse quieta haciendo mutis durante unos largos segundos, asintió varias veces. Que situación más embarazosa.
—¡S-Sí, tengo agujas! —confirmó así las sospechas del moreno.
Del interior de su portador de objetos, Karma procuró 10 agujas. Las sostuvo entre sus dedos, de una forma similar a las estrellas ninja, pero con un semblante más seguro. «Esto es otra cosa. Los senbon son tan ligeros y elegantes, mientras que los shurikens no son más que toscas piezas de hierro».
—El dolor que producen las agujas es exquisito, placentero. Es más, supongo que sensei ya lo sabe, pero también se utilizan con fines médicos en un arte llamado "acupuntura" —explicó con ensoñamiento, desprendiéndose por unos instantes de las ataduras de la vergüenza.
No parloteó más. Viró su figura hacia los objetivos, tal y como había hecho al disparar los shurikens. Lanzó senbon tras senbon, imitando el mismo patrón de comenzar por los objetivos más cercanos y progresar hacia los más difíciles. A Karma ya no le importaban los resultados del ejercicio, parecía más que satisfecha gracias al hecho de poder tener una oportunidad de lanzar sus armas.