12/05/2018, 15:51
La inquisitva mirada del astro rey crucificaba con su radiación a todo aquel lo suficientemente intrépido —o temerario— como para poner un pie en la calle en ese medio día en el que la sombra escaseaba y el aire se negaba a circular.
A pesar de estas inclementes condiciones atmosféricas, la joven kunoichi llamada Kojima Karma abrió las puertas del edificio del Uzukage y se introdujo en su interior con una mal disimulada celeridad propia del que huye de un gran mal. El camino hasta el centro neurálgico de la aldea había sido una tortura, la fémina se había visto obligada a aprovechar hasta el más reducido retazo de sombra para no sufrir una insolación.
Estaba empapada de sudor, a pesar de que su tan querido vestido era una prenda considerablemente fresca. Tanto sol azotando su piel, casi tan pálida como la porcelana, le causaría quemaduras en unos días, sin lugar a dudas. Afortunadamente, disponía de pomada en casa con la que ponerle remedio.
¿Por qué la muchacha se había tomado la molestia de ir hasta allí en un día como ese? ¿Se trataba de un inquebrantable ánimo patriotico? En realidad, los fondos de Karma comenzaban a verse tan delgados como la propia kunoichi, motivo por el que necesitaba un de día de paga o dos.
No parecía que hubiese demasiada gente en la recepción —algo comprensible—. Se aproximó al escritorio más cercano en busca de algún encargado al que poder pedirle una misión.
—Buenas tardes —llevó a cabo una reverencia—. Mi nombre es Kojima Karma, soy una genin. ¿Hay alguna misión de la que me podría ocupar?
A pesar de estas inclementes condiciones atmosféricas, la joven kunoichi llamada Kojima Karma abrió las puertas del edificio del Uzukage y se introdujo en su interior con una mal disimulada celeridad propia del que huye de un gran mal. El camino hasta el centro neurálgico de la aldea había sido una tortura, la fémina se había visto obligada a aprovechar hasta el más reducido retazo de sombra para no sufrir una insolación.
Estaba empapada de sudor, a pesar de que su tan querido vestido era una prenda considerablemente fresca. Tanto sol azotando su piel, casi tan pálida como la porcelana, le causaría quemaduras en unos días, sin lugar a dudas. Afortunadamente, disponía de pomada en casa con la que ponerle remedio.
¿Por qué la muchacha se había tomado la molestia de ir hasta allí en un día como ese? ¿Se trataba de un inquebrantable ánimo patriotico? En realidad, los fondos de Karma comenzaban a verse tan delgados como la propia kunoichi, motivo por el que necesitaba un de día de paga o dos.
No parecía que hubiese demasiada gente en la recepción —algo comprensible—. Se aproximó al escritorio más cercano en busca de algún encargado al que poder pedirle una misión.
—Buenas tardes —llevó a cabo una reverencia—. Mi nombre es Kojima Karma, soy una genin. ¿Hay alguna misión de la que me podría ocupar?