12/05/2018, 19:07
Karma tomó el pergamino y retornó el gesto de la encargada —propietaria de unos ojos blancos como la nieve— con una sonrisa de su propia cosecha, esa tan fría que escondía un ápice de tristeza.
Antes de abandonar el edificio y someterse a las inclemencias del sol nuclear que azotaba la villa, la muchacha, apoyada en la pared izquierda de la recepción y alejada del tráfico, le echó un vistazo al pergamino. Mejor saber de lo que se trataba la tarea con antelación.
Los ojos de la kunoichi se abrieron como platos al comprobar el nombre del solicitante. «¿U-UZUKAGE-SAMA? ¿Y dice la recepcionista que acaba de poner el encargo? ¿E-Estará por aquí?». Karma miró de izquierda a derecha e incluso al techo, buscando el rostro de Hanabi asomando desde cualquier ricóndito rincón de la habitación, observándola. No encontró nada sospechoso.
Algo perturbada, decidió ponerse en marcha. Limpiar una estatua así no resultaría sencillo, especialmente con el tiempo que hacía. «El pergamino no dice nada de utensilios de limpieza... ¿debería de volver a casa y llevar los míos? Bueno, en cualquier caso me vendría bien una cantimplora, no debo deshidratarme», reflexionó con la mirada perdida.
La muchacha abandonó el edificio del Uzukage con cierto brío. Su plan era pasar por la finca, tomar agua, un pequeño cubo y un paño, además de una mochila que le ayudase a cargar con todo ello; acto seguido modificaría el rumbo hacia el lago. Si se daba prisa quizás lograría rematar la tarea antes de que llegase la noche.
Antes de abandonar el edificio y someterse a las inclemencias del sol nuclear que azotaba la villa, la muchacha, apoyada en la pared izquierda de la recepción y alejada del tráfico, le echó un vistazo al pergamino. Mejor saber de lo que se trataba la tarea con antelación.
Los ojos de la kunoichi se abrieron como platos al comprobar el nombre del solicitante. «¿U-UZUKAGE-SAMA? ¿Y dice la recepcionista que acaba de poner el encargo? ¿E-Estará por aquí?». Karma miró de izquierda a derecha e incluso al techo, buscando el rostro de Hanabi asomando desde cualquier ricóndito rincón de la habitación, observándola. No encontró nada sospechoso.
Algo perturbada, decidió ponerse en marcha. Limpiar una estatua así no resultaría sencillo, especialmente con el tiempo que hacía. «El pergamino no dice nada de utensilios de limpieza... ¿debería de volver a casa y llevar los míos? Bueno, en cualquier caso me vendría bien una cantimplora, no debo deshidratarme», reflexionó con la mirada perdida.
La muchacha abandonó el edificio del Uzukage con cierto brío. Su plan era pasar por la finca, tomar agua, un pequeño cubo y un paño, además de una mochila que le ayudase a cargar con todo ello; acto seguido modificaría el rumbo hacia el lago. Si se daba prisa quizás lograría rematar la tarea antes de que llegase la noche.